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En las redacciones de los periódicos suele practicarse el post mortem. Esta expresión latina que significa “después de la muerte” y que alude a una autopsia y todo el proceso que conlleva el procedimiento de examinar un cadáver, también se ha tomado como sinónimo de análisis posterior de planes, programas y proyectos, para documentar aciertos y, sobre todo, errores, con el objetivo de no repetirlos en acciones futuras.

En la Redacción de los periódicos el post mortem se realiza o debe realizarse con reporteros, editores y correctores, diseñadores, fotógrafos, etc., para analizar la edición del día, desde los titulares, si fueron atractivos para atrapar al lector –un directivo me decía: “cuando vayas a casa repasa mentalmente los títulos que pusiste y verás que los vas mejorando”, y tenía razón– hasta la edición y contenido de la nota informativa, si la foto fue la adecuada, los contextos. Los errores o “gazapos” nunca faltan en un periódico impreso (en medios digitales no debería, ya que se puede corregir cuantas veces sea necesario y, sin embargo, los hay), incluso se dice que “los periodistas son los únicos que publican sus errores”, de ahí la importancia de este ejercicio.

El término en boga es post debate, sobre el primer encuentro de los candidatos a la Presidencia, el pasado domingo, armado entre periodistas, articulistas, politólogos y líderes de opinión; sin embargo, quienes más deben de practicarlo son los propios aspirantes con sus equipos de campaña para, como señalamos líneas arriba, ver errores y corregirlos en el futuro. Pero mientras en un periódico hay varios ojos para detectar y señalar errores durante la elaboración de la edición del día, y acatarlos, entre políticos es difícil que mejoren su actuación si no tienen aplomo para recibir y contestar críticas y señalamientos; preparación para abordar los temas que se les planteen; facilidad de palabra –un mensaje bien articulado, aunque falso o sólo promesa, tiene buena recepción– y de improvisación, para una respuesta rápida, dado el breve tiempo que se les impone.

Un ejemplo que ha quedado para la historia es el primer debate electoral que se televisó en México, entre Diego Fernández de Cevallos (PAN), Ernesto Zedillo (PRI) y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD), que en el primero “descubrió a un político ágil y astuto, de exquisita oratoria, que supo llevarse de calle a sus dos contrincantes” (elpais.com) y, sin embargo, el ganador de la elección fue el segundo.

Lo cierto es que la oratoria no es el fuerte de muchos políticos, pero deben prepararse, conocer los problemas económicos y sociales del país, y no tener la “mecha corta” ni abusar de las descalificaciones contra sus adversarios, ya tenemos bastante de esto último. Lo cierto, es que el primer debate dejó mucho qué desear, más allá del “formato”, fallos técnicos y hasta de los moderadores. Esperemos que el post debate de los candidatos y sus equipos mejoren su actuación en los próximos, porque si bien no inclinan mucho la balanza, sí pueden desencantar al elector.

Ensayos y prácticas

Varios actos y ceremonias cívicas, como desfiles, inauguraciones, imposición de condecoraciones, conmemoraciones, etc. son muy lucidos, generalmente cuando están a cargo de las fuerzas armadas. No es casual, porque detrás de cada evento de este tipo, hay horas y horas de prácticas, ensayos, ajustes y correcciones, hasta que queda “al cien” y, como antes de los desfiles, con la “revista” por parte del mando en turno para dar el visto bueno.

Antes de esos actos solemnes hay todo un plan o PSO (Procedimiento Sistemático de Operación) que detalla objetivos, participantes, el cómo y cuándo, así como la logística para proporcionar los requerimientos de personal y material necesarios. El maestro de ceremonias y el orador preparan sus presentaciones y discursos y los pulen “n” veces hasta que quedan listos con ajustes de tiempo, citas, alusiones y aspectos a destacar.

Sin embargo, a veces algo falla y hay consecuencias: en el post mortem, que no es tal sino encontrar el por qué de los errores, mínimo conlleva un correctivo disciplinario para el que lo cometió, y en ocasiones incluye a todo el pelotón, sección o unidad y su mando. En ocasiones esos errores tardan en diluirse de la memoria, pero sirven para disminuir su frecuencia e impacto.

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