Lecciones de la historia
Daniel Uicab Alonzo: Lecciones de la historia.
La frase “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, atribuida a varios personajes, no pierde vigencia, y de hecho es una máxima para introducir a los estudiantes en el tema. Pero no aplica sólo a la materia de la que se considera padre a Herodoto, también es una reflexión acerca de nuestro presente y futuro.
Y es que nuestra vida requiere de contextos para tomar las mejores decisiones, tanto en lo individual, familiar y como parte de una sociedad, de ahí la importancia de conocer y comprender las relaciones entre pasado, presente y futuro, pues la historia estudia procesos en los que participan individuos en calidad de seres sociales.
Nos corresponde interpretar y analizar esas “huellas” del pasado para contrastar, de manera hipotética, los diversos escenarios, desde el futuro laboral hasta la actuación de los gobernantes. Sin embargo, ahora, en la “sociedad de la información”, se corre un peligro; el economista Harold Innis lo señala así: “La mente de moda es la que niega el tiempo”. De ahí que, sobre todo los jóvenes, deben conocer y articular los tiempos y comprender su nexo en lo social, político, económico y cultural.
Particularmente, inmersos en las próximas elecciones, si no reflexionamos en lo que ha sido nuestro pasado, si no recordamos lo que hemos hecho o dejado de hacer en el presente, podemos “condenarnos” a repetir la historia, sobre todo la que consideramos que no ha sido tan favorable, porque nuestro presente y futuro están determinados por acciones u omisiones. Y esto lo vemos en la actualidad: países que no conocen o no quieren recordar su historia están predestinados a seguir viviendo como lo han venido haciendo desde hace años o siglos; los conflictos en Europa y en Medio Oriente son un claro ejemplo, pero no los únicos, pues también en América los hay.
Así, con la historia podemos saber cómo se articuló la formación del México actual, el surgimiento de las instituciones y programas de gobiernos, y cómo partidos y personajes triunfaron o fracasaron en sus proyectos por normar la vida del país; pero no debemos anclarnos en el pasado, sino remar a contracorriente. A eso se apela en este periodo de elecciones en el que se habla de parteaguas histórico, de escenarios “de riesgo” por el eventual triunfo de X o Y candidata. Y es que la polarización impide la unificación para enfrentar unidos los retos que enfrenta nuestra patria.
No debemos olvidar que el protagonista de la historia es el ser humano y si no revisamos esa línea del tiempo para tomar mejores decisiones, podremos repetir errores del pasado. No obstante, lo que es un hecho es que, independientemente de quién dirija los destinos del país y nuestro Estado en los próximos seis años, nuestra situación poco o nada cambiará si no hacemos la parte que nos corresponde: seguir trabajando y/o estudiando, participar en nuestra comunidad y exigir resultados a los gobernantes, porque luego de la elección los únicos beneficiados inmediatos serán quienes lleguen al poder, temporalmente.
Anexo "1"
Militares ¿por quién votan?
Ante un panorama electoral tan complejo, algunas voces críticas señalan que el sector militar puede ser determinante, sobre todo en la presidencial, pues atrás quedó el voto “corporativo” en las fuerzas armadas. Este cambio, como hemos señalado, inició en 2003 cuando un grupo de generales y almirantes creó la Alianza Nacional Revolucionaria (ANR), que al año siguiente obtuvo su registro como agrupación política, recibió dinero del IFE (ahora INE) y terminó por disolverse en 2012, por inactividad.
A diferencia de hace más de dos décadas, cuando se acercaba el fin de la hegemonía unipartidista, ahora se percibe más interés en el tema electoral entre militares, en activo y en retiro, expresando opiniones en redes sociales o participando activamente en organizaciones políticas (desde luego, no nos referimos a escritos apócrifos compartidos irresponsablemente en ciertos grupos). Esto ocurre porque la Marina y el Ejército se volvieron indispensables en tareas tan sensibles como la seguridad pública, puertos, aduanas, aeropuertos, etc., ante la debilidad y desgaste de las instituciones en manos de civiles.
Lo que sí hay que subrayar es el carácter institucional que prevalece en las fuerzas armadas, y la imparcialidad con que se conducen los mandos en tiempos electorales, como debe de ser.