Protección civil, ¿o militar?

Daniel Uicab Alonzo: Protección civil, ¿o militar?

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Desde hace varias décadas, la temporada de ciclones nos pone en alerta. En algunas ocasiones, la naturaleza vestida de depresión, tormenta tropical o huracán hace estragos en algunas poblaciones demostrando la furia acumulada los meses previos cuando estos fenómenos se cargan de energía en los océanos para descargarla en tierra. Así ha sucedido en los días recientes con la tormenta “Alberto”, que ya debió golpear las costas de Tamaulipas luego de causar severas inundaciones en Quintana Roo y Campeche, y menores en Yucatán; así fue con “Otis”, el potente huracán que en octubre del año pasado devastó el bello puerto de Acapulco, que apenas se está reactivando.

Estos desastres naturales, entre los que incluimos los sismos, han puesto de manifiesto la capacidad del Ejército y la Marina para desplegar a sus tropas y cumplir con una de sus principales misiones: ayudar a la población en casos y zonas de desastres. De ahí que no es casualidad que los militares encabecen las acciones para revertir los daños causados. Recordemos que luego del terremoto del 19 de septiembre de 1985, surgió la Comisión Nacional de Reconstrucción, con el objetivo de atender los daños ocasionados por los sismos, y el 6 de mayo de 1986 se creó el Sistema Nacional de Protección Civil (SNPC), que ha sentado las bases de una cultura en la materia, lo que ha permitido mitigar los riesgos “estando alertas para responder con rapidez, oportunidad y eficiencia ante cualquier contingencia”.

No obstante, hay que decirlo, estas coordinaciones estatales y municipales de Protección Civil con frecuencia son rebasadas por las contingencias, tanto por la magnitud como por los recursos que implican. Y ya no hay Fondo Nacional de Desastres (Fonden). Por ello, desde hace algunos años hemos planteado la posibilidad de que el SNPC esté a cargo de la Sedena y la Semar, pues con sus planes DN-III y Marina son los primeros respondientes en este tipo de contingencias. Ejército y Armada tienen en sus mandos territoriales los medios y la capacidad de evacuar a personas, instalar y operar refugios, brindar alimentación y atención médica, restablecer las comunicaciones y efectuar vigilancia para evitar saqueos y pillaje.

Mientras autoridades civiles realizan reuniones informativas, hacen sobrevuelos y se toman la foto entregando ayuda, los militares protegen los bienes de los afectados y rescatan personas afectadas en áreas de difícil acceso, en ocasiones a costa de su vida. Desde 1966 en que nació el Plan DN-III-E, el Ejército ha demostrado que es la única institución (junto con la Marina) capaz de proporcionar apoyo expedito. La Armada, con su Plan Marina, ha consolidado este binomio en su jurisdicción. Ambos movilizan tropas, buques y unidades terrestres, transportes, equipo especial para despejar caminos y llegar a las áreas críticas. Aquí cabe señalar que al personal le suspenden vacaciones y licencias y se restringen las franquicias. ¿Alguien se pregunta en esos momentos cómo la están pasando los familiares de los soldados y marinos, que también son susceptibles de ser afectados?

Si bien es cierto que las fatalidades muestran el rostro de la solidaridad de la población con las víctimas, también lo es que exhiben las limitaciones de las autoridades civiles para actuar en tiempo y forma en las zonas afectadas, ya sea por falta de recursos, infraestructura y, sobre todo, organización, orden y disciplina, característicos de la milicia.

Anexo “1”

La Pesca y Soto la Marina

Hace casi 25 años, concretamente el 1 de septiembre de 1999, pase a situación de retiro voluntario en la Armada. Me “desembarqué” del Sector Naval de La Pesca, Tamaulipas, una pequeña “ciudad” que alberga al personal naval y sus familias. Además de sus instalaciones operativas y cuartel para un batallón de Infantería de Marina, cuenta con edificios habitacionales, Hospital Naval y Tienda de Marina. Desde hace dos años es la Tercera Zona Naval, lo que indica que ha crecido en infraestructura, personal y operatividad.

Está zona naval está ubicada entre el cauce del río Soto la Marina (que en ciertos meses está totalmente seco, pero cuando lleva agua provee de unas deliciosas almejas “chocolatas”) y la carretera que comunica a la población de La Pesca con Soto la Marina (unos 50 km), cabecera del municipio del mismo nombre. Fue una buena estancia con compañeros entrañables con quienes me he vuelto a reencontrar en Mérida. Allí “Alberto” habrá dejado mucha lluvia y seguramente afectaciones; las instalaciones navales son seguras, esperemos que tanto a los marinos como a la población civil del poblado de La Pesca no se vean muy afectados.

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