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Iniciaba el verano de 1994. El veterano vicealmirante, comandante de una Zona Naval del Caribe mexicano, regresaba de la Ciudad de México. En su sobrio escritorio de madera de caoba se había acumulado la correspondencia. Con su elegante abrecartas comenzó a rasgar los sobres separando la documentación personal de la oficial rubricando los acuerdos u órdenes para cada uno.

De pronto, reparó en el sobre manila tamaño carta con el sello de la Oficina del Secretario de Marina. Su corazón se aceleró mientras lo abría. Recordó que, poco después del asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, lo había visitado, ya como candidato sustituto Ernesto Zedillo. Se reunieron una tarde ahí, en su búnker de la Zona Naval.

Como otros, el vicealmirante aspiraba a dirigir la Secretaría de Marina. Sería el culmen de una impecable carrera de cuatro décadas, que incluía haber sido de los primeros académicos del Centro de Estudios Superiores Navales y Jefe de Operaciones Navales de la Armada.

Sin embargo, no halló la ansiada noticia, sino un escueto oficio donde le informaban que había comenzado el trámite de su retiro por edad límite. Su rostro adusto se contrajo, se quitó los lentes y caminó por su espaciosa oficina mirando hacia la ventana que daba al patio donde un frondoso árbol de mango derramaba sombra. Respiró hondo y se dejó caer en su sillón. Parecía que todas sus singladuras se le vinieron encima.

Esa era una de las formas del entonces Secretario de Marina (a quien la revista Proceso describió como “de barba blanca y aspecto de marinero de novela”) de ir descartando a quienes aspiraban a relevarlo. Finalmente, en ese infausto año (los asesinatos de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, el levantamiento zapatista en Chiapas) recomendó como sucesor a quien fuera su Inspector y Contralor, al que se recuerda porque implantó el uniforme gris a la oficialidad, quizá la impronta de su mandato.

Ahora las cosas son distintas. Antes de asumir la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador dijo que pidió a Enrique Peña Nieto que instruyera a los secretarios de Marina y Defensa que iba a hacer “una auscultación para ver quiénes eran los más, apropiados, los más idóneos” y se decantó por los actuales. Claudia Sheinbaum dijo que hasta el próximo mes “destapará” a quienes elija.

“Tiene muchas opciones, muchas posibilidades. Porque, la verdad, es muy buena la dirección, están muy bien formados los mandos, tanto en Marina como en la Defensa, son una garantía, tanto los almirantes como los generales de división”, dijo López Obrador a principios de este mes, y hasta presumió: “no me equivoqué, los dos secretarios son de primera; profesionales, trabajadores, leales, incorruptibles, me han ayudado mucho”.

Conforme se acerca el “destape”, varios “expertos” y otros no tanto, han comenzado a barajar nombre de los posibles candidatos para dirigir a las secretarías de la Defensa Nacional (Ejército-Fuerza Aérea) y de Marina (Armada de México). De la primera hay hasta 10 generales y en la Semar, la mitad.

Todo este entorno sirve para hacer análisis, tejer historias, especulaciones, conjeturas, rumores sobre desavenencias, reestructuración en las fuerzas armadas y un sinfín de historias que poco tienen que ver con la realidad. Al menos en la Armada, como ha sido siempre, hay una marcada institucionalidad y se aguardan los tiempos y las formas.

Anexo “1”

Con la Guardia Nacional

Claudia Sheinbaum iniciará su sexenio con la Guardia Nacional (GN) ya integrada a la Sedena y, por ende, como una de las fuerzas armadas permanentes otorgándole facultades para llevar a cabo tareas de seguridad pública, como lo ha estado haciendo desde su creación en 2019 con estructura militar, nunca civil). Esto porque la LXVI legislatura aprobará las reformas constitucionales que mandó el Ejecutivo, el pasado 5 de febrero.

Más allá de la discusión sobre si la GN (que se constituyó con efectivos del Ejército y Marina) ha dado malos o buenos resultados, lo que es real es que no se ve un avance sustancial, ni disciplinaria y operativamente, pero se sigue reforzando su presencia en el país, con más elementos (más de 120 mil actualmente) y cuarteles (400 en este sexenio).

Además, desde la Federación no se tuvo la visión de fortalecer a las policías estatales y municipales, como responsables de la seguridad pública. Desde luego que se puede, y un ejemplo es la Policía de Yucatán, donde, un Estado donde, como ya hemos mencionado, la presencia de la GN es discreta, vigilando instalaciones y realizando rondines en apoyo al Ejército, que pronto lo absorberá en su estructura.

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