La entrega-recepción
Daniel Uicab Alonzo: La entrega-recepción.
Lo primero que se ordenaba era “poner al día” las libretas de los cargos, verificar los inventarios valorados y la compulsa de las líneas de crédito con los documentos de pago para verificar que cuadraban ingresos con egresos; ordenar y contar uniformes, equipo y demás materiales; y al final, dejar impecables las instalaciones. Así eran los relevos de mando en la Marina. Por lo general, los buques estaban al corriente, pero en las dependencias en tierra, por su mayor ámbito de competencia, eran días de mucho trabajo, presión, estrés y no faltaban oficiales que tenían alguna responsabilidad, y su consecuente sanción disciplinaria.
Esos procedimientos en la institución naval son ahora más fáciles porque se realizan con mayor frecuencia, y el órgano de control interno (Inspección y Contraloría) efectúa dos auditorías al año, lo que obliga a los mandos y oficiales a realizar una buena gestión y contar con información fidedigna y puntual sobre el presupuesto que ejercen, bienes a su cargo y personal bajo su mando.
En los gobiernos, la entrega-recepción entre servidores públicos suele revelar no sólo anomalías en la documentación, sino también en adquisiciones y contrataciones, subejercicio presupuestal, desvío de recursos, deuda pública, faltante de mobiliario y equipo, obras “fantasma” y hasta “aviadores”; porque aún hay quienes creen que ejercer un cargo les da derecho a disponer a su arbitrio de dinero, bienes y trabajadores.
Hoy existen lineamientos para realizar esos actos al término de la administración gubernamental, así como procedimientos para la rendición de cuentas, emitidos por la Secretaría de la Función Pública (SFP), que se deben seguir como parte del relevo del Gobierno Federal, extensivos a las empresas productivas, estados y municipios. Constan esos lineamientos de tres fases, la última señala que se integrará la información requerida, a más tardar el 30 de agosto, es decir, hoy, aunque el cambio del Ejecutivo se realizará el 1 de octubre.
Si bien a nivel federal este fin de sexenio el pase de estafeta en las dependencias del Estado puede considerarse tersa debido a que no hubo cambio de partido en el poder, en algunos casos quienes reciben se ponen difíciles y exigen una entrega pulcra, como debe ser. No obstante, la entrega no termina con el protocolo de la firma del acta administrativa, también deben aportar un informe con el marco jurídico de la institución y el resultado o estado de los programas, proyectos, estrategias y aspectos relevantes o prioritarios; estos documentos se analizan con posterioridad y pueden dar pie a responsabilidades.
En Yucatán, 34 de los 106 alcaldes continuarán en el cargo, pero también deben cumplir con los lineamientos citados, con motivo del cierre del trienio. Los cambios en las presidencias municipales se realizarán el próximo domingo 1 de septiembre. Algunos ya tienen lista su documentación e informes, otros han tenido contratiempos, como el de Tzucacab, a quien señalan de dejar sin mobiliario y equipo al Ayuntamiento y de otras conductas ilícitas. A ver cuántos tienen observaciones y/o responsabilidades acumuladas durante tres años de gestión.
Por cierto, esta normatividad de la SFP no aplica a senadores y diputados (la LXV Legislatura concluye mañana también), que bien harían en rendir cuentas ante los ciudadanos de su distrito o circunscripción (no informes para presumir), lo cual está previsto, al menos en el Reglamento de la Cámara de Diputados.
Anexo “1”
“El Nazi” inspector
Un día amanecimos con una noticia en la Compañía de Infantería de Marina No. 4: llegó “El Nazi”. Y con ella, inició movimiento inusual en toda la unidad. Cuartel limpio, libretas oficiales al corriente y bien presentadas, equipo, vehículos, uniformes, armamento y municiones que coincidieran con matrícula y año de fabricación porque, se decía: “El Nazi cuenta cartucho por cartucho”. Y así era en efecto. Además realizaba una estricta supervisión de la instrucción militar al personal y su nivel de adiestramiento.
El entonces veterano capitán de navío de Infantería de Marina, Antonio Quezada Romo, de los troperos de la vieja guardia, alto, blanco, pelo cano casi a rape, ojos azules (en efecto, parecía un germano o teutón, de ahí su apodo), se pasaba una semana o más inspeccionando nuestra Compañía, por aquellos años de mediados de los 70, en Guaymas, Sonora. Luego partía a visitar las partidas, en especial las cuatro establecidas en Isla Tiburón, donde caminaba y caminaba en busca de agua (que escaseaba en esa casi desierta "isla de los Seris"), provisto de su dotación de cigarros Delicados y cacahuates… pero esta es otra historia.
El caso es que las inspecciones, entonces, eran muy esporádicas en la Armada. Cada dos, tres años o más. Luego se volvieron anuales y, finalmente, se fijaron dos veces al año, además de las que ordenan los propios mandos territoriales. Muchos oficiales y algunos comandantes salieron mal de esas visitas de la Inspección y Contraloría General de Marina. Hoy, por ley, hasta la Armada y el Ejército están sujetos a la inspección y al escrutinio. Y es saludable para el país.