¡Por fin!, la cámara hiperbárica

Daniel Uicab Alonzo: ¡Por fin!, la cámara hiperbárica.

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Caminaba como robot ayudado de un bastón de aluminio. Era bajito, moreno, con la piel tostada de los pescadores. Siempre sonriente y mostrando su blanquísima dentadura saludaba con buen ánimo a pacientes, médicos y enfermeros, presumiendo sus bíceps. Lo conocí en el verano de 1982 en el Hospital Naval de Veracruz cuando convalecía yo de una cirugía maxilofacial. Francisco, o “Pancholo”, como le gustaba que le nombraran, acudía a su segunda terapia en la cámara hiperbárica.

Originario de Chetumal (donde radicaba yo por entonces al estar asignado a una Compañía de Policía Marítima), el pescador comentaba que se había descompresionado cuando buceaba para capturar langosta o caracol en Xcalak. El entonces gobernador de Quintana Roo, Pedro Joaquín Coldwell, gestionó que fuera atendido en el hospital de la Armada de México del puerto jarocho. Desde entonces asocio esa maravilla que es la cámara hiperbárica con “Pancholo”, a quien nunca más he vuelto a ver.

En 2017 referí lo anterior en esta columna y supe que la enfermedad de Caisson o de la descompresión, se produce por la formación de burbujas de gas inerte (N2 y He) en la sangre y en los tejidos debido a una bajada brusca de la presión. Es la enfermedad típica de los buceadores que, después de haber estado sometidos a un ambiente de alta presión, ascienden rápidamente a la superficie disminuyendo la presión ambiental de golpe. También puede afectar a pilotos, y a trabajadores de ambientes con presión elevada.

Recuerdo lo anterior porque esta semana la titular de la Secretaría de Salud de Yucatán (SSY), Judith Elena Ortega Canto, anunció que pondrán en operación la cámara hiperbárica embodegada desde hace 15 años en un edificio al lado del Hospital-Escuela “Agustín O’Horán”. Se instaló en 2009, pero tras operar corto tiempo la “abandonaron”, al parecer por falta de un espacio adecuado, pues mide unos 17 metros de largo por 10 de ancho y, según médicos especialistas, puede atender simultáneamente a 20 pacientes de al menos 18 patologías, como diabetes, cáncer, descompresión, quemaduras y traumatismos.

Luego se informó que la cámara hiperbárica podría ser llevada a Veracruz por la Marina, ya que no se había concluido la instalación para albergarla, y el secretario de Salud de entonces dijo que “no está dentro de las prioridades y en su momento se va a resolver” el asunto. Nos parece que no se le dio la importancia debida.

A la Marina se le considera pionera en nuestro país en medicina hiperbárica (también conocida como oxigenoterapia hiperbárica, OHB), pues en 1964 tuvo una en su Base Naval de Acapulco, sede de su Primera Compañía de Trabajos Submarinos, y desde el año de 1996 las tiene instaladas en todos sus hospitales o casi todos. Con esa vasta experiencia en la aplicación de la OHB a personal de la Armada y a civiles (en su mayoría buzos y pescadores), la dependencia naval ofrece hoy a sus médicos estudios de posgrado en Medicina Subacuática e Hiperbárica, primera en su tipo a nivel nacional.

Contar con uno de esos aparatos es de gran importancia, por lo que es de destacarse el anuncio hecho por el Gobierno estatal a través de la SSY. En poblaciones costeras como Celestún, Sisal, Telchac o Dzilam no hay, solamente en Progreso, Tizimín y Mérida.

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