La Marina, una marca de confianza

Daniel Uicab Alonzo: La Marina, una marca de confianza.

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Fue de mis favoritos desde mi niñez. Mi padre solía llevarla a casa cada mes. Luego fue parte importante de mis años embarcado en la Armada. Al regresar a casa en vacaciones buscaba los ejemplares pasados ​​que guardaba mi familia. Con ella aprendí el gusto por la lectura, me ayudó a enriquecer mi vocabulario, disfrutar emotivas historias condensadas acerca de personajes destacados o de la vida cotidiana, reír con el humorismo militar, “así es la vida”, citas citables, o reflexionar con secciones como “mi héroe” favorito”.

Sin duda, Selecciones del Reader's Digest, esa icónica revista surgida en los primeros años del siglo pasado (1922) en el sótano de un matrimonio estadunidense (DeWitt Wallace y Lila Acheson), que presumía vender mensualmente cientos de millas de ejemplares, principalmente a través de de suscripciones, con ediciones en varios idiomas, fue la iniciadora de mi afición a la buena lectura. Su declive llegó con la tecnología (internet), pues ha decaído el gusto por la lectura en impresos como libros, periódicos y revistas. Pero da gusto saber que ahí sigue esa “amiga” de antaño.

Recordaba lo anterior ahora que la Secretaría de Marina-Armada de México fue galardonada en la categoría Orgullo MX, como la “Empresa de Mayor Confianza de Seguridad Pública”, en un evento realizado el 5 de noviembre por Reader's Digest México, denominado “Marcas de Confianza 2024”, que reconoce la calidad, trayectoria e innovación de marcas nacionales de diversos rubros y sectores, cuya visión es “mejorar la calidad de vida de las personas con sus productos y servicios”.

Se informó que esta distinción se le otorgó a la Semar por haber recibido más de 33 mil votos a favor, por el esfuerzo y dedicación del personal naval que día tras día empeña sus esfuerzos para el bienestar y seguridad de la sociedad y se distingue por los más altos valores de honor, deber, lealtad y patriotismo.

Ese reconocimiento a la institución naval confirma los resultados de la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) que levanta mensualmente el Inegi. En septiembre pasado la población de 18 años en adelante percibió como “muy o algo efectivo” el desempeño de las fuerzas de seguridad para prevenir y combatir la delincuencia. La Marina obtuvo 87.7%, la Fuerza Aérea Mexicana 83.9%, el Ejército 83.1%, la Guardia Nacional 73.5%, las policías estatales 55.8% y las policías preventivas municipales 48.6%.

Como hemos comentado en otras ocasiones, desde hace varios años la Armada ha encabezado esos sondeos del Inegi, y sus integrantes perciben esa confianza que genera en la gente el ver elementos con uniforme blanco, negro, kaki, de campaña, entre muchos que identifican a los marinos, asistiéndoles en alguna emergencia o simplemente brindando información en, por ejemplo, los aeropuertos que se le han asignado, como el Internacional de la Ciudad de México.

También, por eso, muchos estados (como Quintana Roo) y municipios han confiado su seguridad pública en manos de marinos. Y también es plausible que, como aquí en Yucatán, el Gobierno estatal apueste por la profesionalización de su policía, en la que confía en la ciudadanía y cuyo trabajo ha permitido que la entidad siga teniendo los índices de seguridad más altos del país.

En medio de tantas noticias que nos alteran –la mayoría sin motivo–, siempre hay otras que nos reaniman y renuevan nuestra confianza en nuestras autoridades.

Anexo “1”

Las cartas de “Blanca”

A finales de los 70, cuando estuvimos comisionados en la Secretaría de Marina, en su antigua sede de José Azueta No. 9 en el centro de la Ciudad de México, varios compañeros de Intendencia Naval se ganaban el extra por las tardes rotulando sobres de las cartas que enviaba a sus suscriptores Selecciones del Reader's Digest y que rubricaba “Blanca Sierra”; otros “taxeaban” en autos de sus familias y unos más laboraban en algún periódico como correctores o editores.

Esas misivas en sobre blanco y ventanilla de celofán que mostraba el nombre del destinatario, además de ofrecer la revista por suscripción anual a menor precio (costumbre iniciada por Wally, su fundador, quien redactó cientos de ellas a maestros, enfermeras, predicadores y miembros de clubes para obtener suscriptores para su primer número), también llegó a vender libros, discos y enciclopedias, con la garantía de que, si no estaba uno satisfecho, podía devolverlos aun sin haberlos pagado.

Además, ofrecía esperanzas e ilusiones, éstas gratuitas, al enviar llaves para el automóvil nuevo que “podría hacerse acreedor” quien adquiriera la suscripción o tal o cual producto. Así era esta revista que era un compendio de buena lectura.

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