Migrantes, otra vez en la mira
Daniel Uicab Alonzo: Migrantes, otra vez en la mira.
La migración se ha vuelto un gran problema en casi todo el mundo. México vive uno de sus peores momentos en este tema desde hace varios años, y se prevé que se agudice con las nuevas medidas anunciadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo cual ha revivido añejas discordias. Por ello, nuestro país ya se prepara para la avalancha de expulsiones de paisanos y de originarios de otros países.
Hasta el siglo pasado, la palabra migrante aludía a los mexicanos que se iban “al otro lado” en busca de fortuna; hoy, nos evoca las caravanas de centroamericanos que ingresan al país por la frontera sur jugándose la vida al viajar en la “bestia” (el tren desde Chiapas), ser víctimas de la delincuencia organizada o de las propias autoridades en su tránsito hacia el norte para cruzar a Estados Unidos.
En 2022, la Organización de Naciones Unidas afirmó que México se había convertido en una nación de destino, ya sea a través del refugio o el asilo a miles de migrantes que no quisieron o no pudieron llegar a Estados Unidos.
Ese año, Alejandro Encinas, entonces subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Segob, celebró que “México había dejado de ser un país de tránsito y expulsión de migrantes a EU para convertirse en un país de destino y acogida”, con el compromiso de “promover una migración ordenada, regulada y segura (…) facilitando su integración al desarrollo de nuestro país”.
No ocurrió así. Porque en los estados donde transitan, acampan o se asientan esos desplazados que huyen de la violencia, persecución o la miseria de sus países, generan graves problemas a las autoridades federales, estatales y municipales, ya que demandan (o exigen) techo, comida, atención médica y servicios.
Esto se exacerbará en los próximos días, advierten nuestras autoridades, si bien no debemos perder de vista que la gente tiene todo el derecho de buscar otros lugares donde labrarse un mejor futuro, y hay que ser empáticos con ellos porque todos en algún momento de nuestra vida hemos sido migrantes, por voluntad o por otras circunstancias.
Los militares son ejemplo de ese peregrinar continuo, siempre cambiando de cuartel o de barco cada determinado tiempo, de ahí que la mayoría de sus familias no tienen arraigo en un lugar determinado, salvo que las dejen fijas en una ciudad, pero entonces surge otra complicación: la desintegración familiar, como ocurre con los civiles.
Los culpables
Hoy, el enemigo de la migración es el nuevo jefe de la Casa Blanca, pero poco se dice de los sátrapas y dictadores que gobiernan los países expulsores de hombres y mujeres que buscan mejores oportunidades para ellos y sus familias; esos gobernantes les han negado el derecho a una vida digna y segura, pero no se les cuestiona su incapacidad para ofrecerles un mejor futuro a sus ciudadanos, por el contrario, con apoyo de otros países se crean programas y les inyectan recursos, lo cual es un buen negocio para esos mandatarios.
Por esas condiciones, se ve lejano el día en que pueda hacerse realidad el deseo de una migración (en cualquier parte del planeta) ordenada, segura, legal y respetuosa de los derechos humanos de todos, tanto de los desplazados como de los ciudadanos residentes de los países de tránsito y de destino.