La libertad después del Covid-19
Enrique Vera: La libertad después del Covid-19.
John Gray plantea la siguiente cuestión: ¿qué parte de la libertad querrán los ciudadanos que les sea devuelta después de que hayamos vencido definitivamente la pandemia?
Entre el regreso a clases, la vuelta a las rutinas y la vida que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes, parecería que el único vestigio que queda del shock social, político, cultural, económico y sanitario experimentado por nuestras sociedades es un cubrebocas. ¿Qué nos pasó? ¿Qué lecciones aprendimos sobre lo que vivimos? ¿Somos más libres? ¿Libertad para qué?
En su magnífico ensayo “Liberalismo herido”, José María Lassalle (un liberal bastante pelicular) desarrolla cómo la pandemia al reducir nuestra movilidad e incrementar exponencialmente nuestra huella digital ha contribuido a la construcción de un Ciberleviatán que opera a nivel técnico y psicológico. Actualmente se están desarrollando infraestructuras digitales de vigilancia que centralizan datos y diseñan algoritmos más revolucionados que debilitan nuestra libertad de elección como decisión autónoma. El ser humano se está habituando a des-responsabilizarse a diario.
“El coronavirus nos priva de la salud y pone las bases de la reconfiguración neofascista del neoliberalismo como proyecto autoritario de vigilancia, control y desigualdad al servicio de la autonomía empresarial del mundo y de la consumación acelerada de la revolución digital como nueva estructura del mundo”, con esta afirmación de Lassalle podríamos establecer que el poder, de facto, ya no está depositado entonces en los estados nacionales, sino se encuentra diseminado en empresas, multinacionales que no responden ante ningún control democrático, lo cual es sumamente preocupante.
El deseo de libertad está fraguado en el ser humano, pero junto a éste descansa otro igual de potente: seguridad. La libertad sin certezas, sin el encuentro con el otro, es una soledad que nos aterroriza.
Si existe un descrédito generalizado por las instituciones liberales es porque éstas no están logrando responder ante los retos de nuestro atribulado siglo XXI: cambio climático, revolución digital y desigualdad. Millones de personas han caído en pobreza después de la pandemia y un cúmulo de multimillonarios no les gusta pagar impuestos y se van a la luna. Vivimos un mundo enloquecido.
Lasalle propone un liberalismo autocrítico (en el fondo es una reivindicación ética de cualquier demócrata) que asume que la libertad no es la posibilidad u obsesión de disfrutar sin obstáculos de nuestras preferencias personales, sino una idea de libertad que debe inscribirse dentro del respeto de los vínculos morales, códigos éticos ecológicos y contextos culturales que convenzan a la sociedad que debe seguir invocando a la libertad como un referente ético de una autonomía moral que sea nuestra acompañante en la toma de decisiones colectivas. (Nunca en la vida estuve más de acuerdo con un liberal).
Después de todo esto, ¿ya podemos vislumbrar un mundo mejor? No. Después del Covid-19 no vendrá la revolución del amor; o por lo menos no en automático. Habrá que construirla.