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Desde la ciencia políticay sobre todo, desde la comunicación política, se ha debatido ampliamente si la hegemonía de un actor está determinada por los hechos o por su capacidad narrativa. ¿La política es más relato que constatación de la realidad? Parece que sí.

Las cifras positivas, los logros de un Gobierno en sí mismos no significan absolutamente nada si estos no son capaces de instalarse en la sociedad como un relato exitoso. Como bien lo señala el politólogo y demonio favorito de la ultraderecha española Pablo Iglesias, nuestra ideología (cuando alguien afirma que no tiene ideología, es ideología), nuestra visión del mundo sobre lo que nos pasa como sociedad está hoy en día condicionada casi en su totalidad por el poder mediático. “Por eso llevo años diciendo que la gente milita en los medios de comunicación mucho más que en los partidos”, escribió Iglesias. Bajo la tesis del profesor de la Complutense, quien impone y domina el relato en política, ejerce el poder.

Desde la irrupción de la pandemia de Covid-19 en 2020 y, posteriormente, el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, el poder mediático instaló un relato en el cual se nos decía que el aumento de la inflación, el coste de la vida de los ciudadanos estaba ligado directamente con los fenómenos antes mencionados. ¿Es esta la única razón del encarecimiento de la energía y los alimentos en todo el mundo?

El pasado lunes, la Oxford Committee for Famine Relief (Oxfam) presentó en el Foro de Davos un informe titulado “La ley del más rico”, que dice lo siguiente: “Existen cada vez más evidencias que señalan cómo los beneficios empresariales y sus elevados márgenes son un factor que está contribuyendo significativamente a elevar la inflación. Las grandes empresas no solo están trasladando el aumento de los costes de los insumos a los consumidores, sino que están capitalizando la crisis, utilizándola como una cortina de humo para aplicar precios aún mayores”.

Si la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucrania dañaron gravemente las cadenas de suministro, la oferta y la demanda en todo el mundo, teniendo como resultado el aumento de la inflación. ¿Por qué las empresas energéticas y alimentarias no han parado de mejorar estratosféricamente sus beneficios? El informe de la Oxfam es categórico: “95 grandes empresas de energía y de alimentación han más que duplicado sus beneficios en el 2022. Generaron unos beneficios extraordinarios por un total de 306 mil millones de dólares, y destinaron 257 mil millones de dólares (el 84 por ciento) a remunerar a sus ricos accionistas”.

Buena parte de los reproches ante la crisis económica que vivimos están dirigidos a los gobiernos. Sin lugar a dudas, estos no pueden eludir su responsabilidad como representantes de la soberanía popular. Pero, ¿quién señala a un poder económico que se ha puesto por encima del poder político dejando a los gobiernos en una suerte de estado de indefensión?

El 1 % más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad. La brecha entre un grupo de súper ricos y los que luchan por llevar un plato a la mesa cada día es cada vez pronunciada, obscena e insultante.

Esto no es una crisis, es una estafa

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