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“¿En qué momento se había jodido el Perú?”, se preguntaba Mario Vargas Llosa en Conversación en la Catedral. Esta interrogante de carácter existencial, identifica la percepción y el estado de ánimo de la sociedad peruana.

El caos no cesa. Después de la destitución y encarcelación del presidente Pedro Castillo, el país andino sigue sumergido en una espiral de violencia. El atrincheramiento de Dina Boluarte en la presidencia ha generado una escalada en la ola de protestas, dejando ya un saldo de más de 50 muertos.

El pueblo peruano exige la dimisión inmediata de Dina Boluarte, pero, sobre todo, y lo más importante, un nuevo proceso constituyente que deje mirar para otro lado ante los grandes abismos estructurales del país: el racismo, la pobreza, la desigualdad y la corrupción.

Perú vive una suerte de interregno a causa de lo que Manuel Vázquez Montalbán llamaba correlación de debilidades. Las élites económicas y políticas peruanas no cuentan con la legitimidad que exige el ejercicio del poder debido al profundo descredito de la ciudadanía y la protesta no cuenta con la suficiente fuerza para forzar una ruptura definitiva con el sistema.

Antonio Gramsci decía que el poder era como centauro. Tiene, por una parte, un lado animal: la fuerza, la coerción, el monopolio de la violencia necesario para hacer valer el cumplimiento de las normas, de las leyes, y por otra parte, un rostro humano relacionado con el consenso. Esto quiere decir que los gobernados acepten la legitimidad de sus gobernantes.

¿Por qué la clase política peruana no puede imponerse si cuenta con el monopolio de la fuerza proveniente del aparato del Estado? Porque el pacto social se ha roto. No hay solución en Perú que no pase por un proceso constituyente que termine en un nuevo acuerdo de país que involucre a todos los sectores que han sido silenciados e invisibilizados.

Héctor Béjar, ex ministro e intelectual del Perú afirmó que: “El sistema llegó a su fin en Perú. Si la derecha quiere mantener el cadáver, tendremos una guerra civil”.

El llamado a la responsabilidad es imprescindible y la comunidad internacional debe facilitar todas las vías diplomáticas posibles para poner fin al horror que vive el pueblo peruano.

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