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El arte no es bueno ni malo, es interesante o no lo es. El cantante Peso Pluma se ha convertido en un fenómeno global con sus corridos tumbados desatando una discusión casi axiológica sobre la cultura en México.

La primera crítica hacia el Doble P tiene un cariz clasista. Histórica y culturalmente, la música regional, con todas sus vertientes, es considerada el ruido con la que las clases populares inflaman con denuedo sus pasiones. En redes sociales, un video de un grupo de niños cantando los éxitos de Peso Pluma en una escuela pública (claro) desató una oleada de comentarios clasistas; el más reiterado, consistía en vaticinar el destino de esos niños con la delincuencia. Un tópico de toda la vida del clasismo.

En segundo lugar, están los puristas de la música. Hay un problema cuando la nostalgia nos impide mirar y escuchar el impulso y las propuestas de las nuevas de generaciones. Si aplaudes al bailar y afirmas que ya no se hace música como antes, igual y es tiempo de parar a pensar un poco. Paradójicamente todos los prejuicios que las generaciones más grandes no se cansan de proferir a los jóvenes son los mismos que ellos sufrieron en su momento. Es curioso, cómo grandes representantes de un género de raigambre contestario, subversivo, receloso de las convenciones y las buenas costumbres como el rock (casi todos hombres) se han convertido en señores bastante enojados y regañones.

Andy Warhol decía que el arte está en todas partes si logras poner atención. La apropiación y apreciación del “buen arte” que según sólo un grupo selecto de personas sensibles a este ha sido el nicho de una panoplia que hacen de una pose cinematográfica su personalidad. Puede o no gustarte un determinado género musical, puedes tener una inclinación o gusto particular por uno en especial, pero pontificar desde el púlpito de la “buena música”, perder la curiosidad que un artista no pierde nunca y aseverar que una canción no es de tu agrado porque le gusta a mucha gente no te vuelve una persona interesante o culta; corres el riesgo de ser simplemente un idiota. A veces una de Truffaut, veces una de vaqueros.

Por último, se encuentra la moralidad del artista. Es cierto. Un cúmulo de canciones de Peso Pluma, al parecer más ligado a sus inicios, hacen alusión al consumo de drogas, sexo, uso de armas y, sobre todo, al narcotráfico. La música es el elemento propagandístico fundamental del marketing político del crimen organizado. Los corridos son la vía por la cual un cartel impone su ley. Un capo sin corrido es un don nadie.

Pero rasgarse las vestiduras con la música de Peso Pluma es un doble síntoma de ceguera. Por un lado, porque muchos jóvenes que cantan y bailan sus canciones no buscan hacer un tratado sobre la lengua española o empuñar un arma; son chicos, que muchos de ellos, están experimentado las vicisitudes de la vida que la pandemia frustró. La cultura, la vida misma tiene extrañas de obrar. “Bohemia Rhapsody” de Queen cuenta la historia de un hombre que mata a otro de un pistoletazo en la cabeza. ¿Alguien ha tenido deseos de matar alguien después de escuchar el éxito de Freddy Mercury y compañía? Si es así, favor de consultar un especialista.

Total, el problema no es Peso Pluma, el problema es la sangre que no deja de derramarse en este país.

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