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Manuel Castells afirma: “el poder es la capacidad relacional que permite a un actor social influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales, de modo que favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene el poder”. Si el poder es una capacidad relacional, ¿dónde radica el poder en nuestros días?, ¿está concentrado exclusivamente en las estructuras de Gobierno?, ¿para qué sirve el poder?, ¿corrompe?

Foucault decía que el poder estaba en todas partes y viene de todas partes. Existe poder en una administración de Gobierno, en el departamento de calidad de una empresa o en una relación de pareja. Las relaciones de poder pueden establecerse de manera explícita: a través de cargos y funciones o de manera implícita: a través de acuerdos, dinámicas o resistencias que los involucrados establecen.

Sin embargo, la afirmación del filósofo francés tiene el problema de la totalidad. Puede utilizarse para una cosa y su contrario, y así caer en la tentación de trivializar las estructuras de poder que condicionan una sociedad. Si el poder está en todo, el poder está en nada. Todo muy posmoderno.

Antiguamente se pensaba que bastaba tomar el Palacio de Invierno para tomar el poder. La historia nos ha dejado suficientes evidencias de que esto no es así. El poder está en el aparato del Estado, pero necesita, como lo planteaba Antonio Gramsci, del Estado ampliado, es decir, de una serie de dispositivos de la sociedad civil para legitimarse: escuelas, iglesias, medios de comunicación, universidad, espacios deportivos.

Gramsci caracterizaba al poder como un centauro. Con un lado animal capaz de ejercer la fuerza (el uso legítimo de la policía, del uso de la coacción y la ley) y con un lado humano que utiliza la persuasión para generar significados que legitimen a los que ejercen el poder.

Una correlación de fuerzas entre dos actores que entran en disputa es asimétrica, muchas veces sumamente desigual, pero nunca inamovible. Ya sea por virtud o fortuna, las condiciones de esa relación de poder pueden alterarse. Pero no hay que olvidar, en política se puede ser de todo, menos ingenuo. El poder descansa en la boca de los fusibles. Toda persona, movimiento que aspire a transformar la realidad tiene que tener poder para llevar a cabo su agenda y, sobre todo, para defenderse.

En una escena mítica de Juego de Tronos, Lord Baelysh, consejero de Cersei Lannister, se vanagloria de su lugar en el reino y afirma: “El conocimiento es poder”. Acto seguido, Cersei pide a sus guardias que lo arresten, que le corten la garganta. Luego pide que se detengan, que retrocedan, que cierren los ojos. Cersei se acerca lentamente a Baelysh para dejarle claro una lección magistral de ciencia política: “Power is Power ”.

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