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El triunfo de Javier Milei, en Argentina, comenzó como broma y terminó como una constatación de la profunda crisis de la democracia liberal, incapaz de dar respuestas a sus ciudadanos. Como dice Daniel Innerarity, en política uno no debe subestimar aquello que desprecia.

Milei, el personaje, fue aupado por los grandes medios de comunicación que lo invitaban todos los días a la televisión para decir cualquier barbaridad que les levantase el rating. Recordemos que una de las estrategias de posicionamiento del trumpismo (en este caso su versión argentina) se basa en decir algo que te ponga en el centro de la conversación. No importa lo que sea. El chiste consiste en generar una gran emocionalidad, siendo sus odiadores, quienes se indignan con sus dichos, quienes potencializan al personaje.

En términos psicológicos, la estrategia de posicionamiento de Javier Milei se basa en el baiting (a la psicología y al posmodernismo les encanta elevar términos para convertirlos en categorías, pero eso es tema de otra columna). ¿Qué es el baiting? La provocación de toda la vida de un narcisista. Si una persona patea constantemente a un perro y después este le muerde, el culpable pasará de ser victimario a convertirse en la víctima. Y casi nunca se acusa a una víctima que primero fue un agresor.

Pero el triunfo de Milei es algo que va más allá de una estrategia de comunicación. El Presidente electo logró hacer suya la rabia social acumulada de una sociedad asfixiada económicamente con una inflación por encima del 140%, imposibilitando cualquier proyecto de vida de los ciudadanos. Cuando los mecanismos e instituciones de las democracias que se encargan de certezas se resquebrajan, la incertidumbre de no tener un horizonte promisorio se transforma en una rabia que puede llevárselo todo por delante. Otra lección en política es que toda emoción no se crea ni se destruye, sólo se transforma en una rabia llena de miedo que busca reventarlo todo (una pulsión de muerte, sí, siempre tendremos a Freud) o un sentimiento esperanza (pulsión de vida) que aboga por construir un movimiento de cambio.

A Pepe Mujica le preguntaron cómo podía explicarse el fenómeno de Milei. El ex presidente de Uruguay contestó: “por la misma razón que el pueblo más culto de Europa, que vivió la República de Weimar, terminó votando a Hitler; cuando una hiperinflación los castiga (al pueblo) son capaces de prenderse un fierro caliente”. En su discurso de investidura de la semana pasada, el eterno sobreviviente de la política española, Pedro Sánchez, dijo algo muy importante que entra en sintonía con todo lo antes explicitado: “en resumen, señorías, o la democracia responde proporcionando seguridad, o el sentimiento de inseguridad social legítimo que tienen muchos ciudadanos como consecuencia de las revoluciones que están pendientes, se va a convertir en rabia, y esa rabia acabará por nutrir propuestas políticas que acaben socavando a la propia democracia”. Pedro Sánchez y el PSOE tiene claro el diagnóstico. Otra cosa es que el PSOE sea esa estructura de poder que termina como el violín: agarrado con la izquierda y tocado por la derecha.

¿Es posible un fenómeno como Milei en México? El contexto económico no vislumbra una crisis tan profunda como el caso de Argentina, pero ojo, última ley en política: no importa si un hecho es cierto o no, si es considerado cierto, es cierto en sus efectos. Cuidado con aquellos locos que subestimamos.

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