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La felicidad como lugar de llegada no existe; sólo existe en momentos, relaciones y amigos. Pero en la actualidad, la industria de la felicidad, del desarrollo personal experimenta un auge sin precedentes. Antes, pero, sobre todo, durante y después de la pandemia de coronavirus, la proliferación de literatura, cursos o publicaciones relacionadas con “la mejor versión de uno mismo” creció exponencialmente. El mercado del “bienestar” está en pleno auge: su valor en 2021 ascendía a 1.5 billones de dólares en todo el mundo, con un aumento anual de entre el 5% y el 10%. ¿Qué factor explica este fenómeno?

Una lectura esperanzadora de este fenómeno, nos diría que se debe a que, en la actualidad, las personas ponen más atención al cuidado personal y valoran la importancia de la salud mental. Con la llegada de la deconstrucción, se han puesto en cuestión muchas actitudes y comportamientos normalizados que eran sumamente dañinos. El problema de la deconstrucción, es su capacidad de elevar descriptores de realidad a categorías generales haciendo que, por ejemplo, la interseccionalidad se convierta en un mercado de opresiones y privilegios intercambiables donde se pone a competir a colectivos oprimidos históricamente por la hegemonía del dolor. La paradoja de la deconstrucción es que centra la mirada únicamente en lo individual, dejando de lado cuestiones estructurales que afectan nuestras vidas. Decir que “lo personal es político” parece una idea emancipadora per se, pero tiene una contrapartida bastante peligrosa cuando todo conflicto social se reduce a un comportamiento individual.

Una mirada más pesimista, dice que el auge del desarrollo personal es un simulacro, una farsa que abreva de la angustia, la incertidumbre y la falta de certezas de nuestro tiempo; ante la profunda mercantilización de los lazos afectivos donde el otro es una oportunidad de transacción, esto lo podemos observar en la extrapolación de conceptos económicos a las dinámicas relaciones: “gestionar emociones”, “invertir en una relación”. Ante la erosión de los vínculos, los matices de la interacción humana se reducen a la representación de una imagen.

Camille Hachez, ex secretaria nacional conjunta de Jeunes écolos (Jóvenes Verdes) de Francia escribe: “De lo que realmente estamos hablando aquí es de un enfoque individualista y neoliberal que nos insta a trabajar en nosotros mismos constantemente, para ocultar mejor la naturaleza estructural de las desigualdades (…) porque si la solución está dentro de cada uno de nosotros, (…) ¿por qué deberíamos hacer campaña para cambiar la sociedad?”.

La industria de la felicidad, los libros de autoayuda y desarrollo personal son una estratagema que se aprovecha de las miserias personales para vender recetas y encubre los verdaderos problemas de nuestra época. Eso sí, creo que detrás del embuste de esta industria, existe un malestar, un dolor, una necesidad legítima de quienes la consumen. Mucha gente desesperada por aferrarse a una esperanza. La que sea.

Tal vez si estás quemado en tu trabajo, no sea porque no te levantes temprano, sino porque te están explotando. Si te levantas temprano, pero no eres multimillonario, es porque es una flagrante mentira que encubre el origen de las fortunas de esos multimillonarios. Si te sientes solo, si no le encuentras el “sentido de la vida”, tal vez lo que pasa es que en realidad no encuentras un significado que le dé sentido a tu vida. Tal vez sea hora de dejarse de mirar tanto el ombligo.

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