Todas esas cosas que perdimos en diciembre
Enrique Vera: Todas esas cosas que perdimos en diciembre.
Diciembre siempre tiene ese aire a melancolía. Todo fin de año representa la oportunidad para el ser humano de hacer balance sobre lo acontecido a lo largo del año, hacer un ajuste de cuentas y desear hacia el futuro. Es el tiempo de los resúmenes de Spotify (ideal para discernir a quién hay que restringirle el bluetooth en las reuniones), las frases comunes “2025, sorpréndeme” (ten cuidado con lo que deseas) y la búsqueda de sentido de nuestra existencia planteando siempre las mismas preguntas: ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa? ¿Por qué sufrimos lo que sufrimos? ¿Es el plan divino de un ser superior o simplemente el azar de un universo de posibilidades? ¿Tiene sentido el sinsentido de nuestras vidas?
Los seres humanos somos seres creadores de sentido. En su arduo ensayo para escépticos El Sentido de la Vida, el filólogo Terry Eagleton escribía que, para ciertos pensadores, si había algo que carecía de sentido alguno era la pregunta sobre el sentido de la vida. El argumento consiste en que el “sentido” radica en que el lenguaje y no los objetos. Es así que, una manzana, el amor o una hoja de papel no tienen sentido por sí mismos; es a través del significado, de las historias que contamos y nos contamos a nosotros mismos que adquieren eso que verbalizamos como sentido.
Eagleton incluso va más lejos y cita al filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein para establecer que gran parte de las complejidades filosóficas surgen de una errónea utilización del lenguaje (considerando el hecho de que Eagleton es un filólogo). Por ejemplo, cuando una persona afirma que su vida carece de sentido lo que realmente está afirmando es que su existencia carece de significado.
Bajo esta premisa, el sufrimiento o felicidad (lo que sea que esto signifique) de cada cual se construyen a partir de la manera que uno establece sus significados con respecto a la vida. Pero quizá uno de los problemas de nuestro tiempo sea la necesidad impetuosa, la obligación de encontrarle un sentido, un significado, una explicación, un aprendizaje a todo lo que nos pasa.
Y tal vez no todas las calamidades, las tristezas, las derrotas necesitan explicarse. Tal vez nos llenamos de historias para adornar nuestras penurias; tal vez yo esté realizando una profunda intelectualización como mecanismo de defensa. Tal vez la vida, como allá en León, Guanajuato, no vale nada. Tal vez, como escribió Shakespeare en Macbeth, la vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa.
Tal vez, a veces, el dolor es sólo eso: todas esas cosas que perdimos en diciembre.