La catedral de Espita

Felipe Escalante Ceballos: La catedral de Espita.

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UN DESBARRE. Un diario local informa en su primera página que Espita, Motul y Tekax han sido designados nuevos Pueblos Mágicos de Yucatán. Adorna el texto una preciosa fotografía de Espita al amanecer, en la que destaca la iglesia de esa villa. En el pie de la imagen se llama a ese recinto religioso “la catedral de Espita”.

¡Caramba! ¿Además de su designación como Pueblo Mágico, también se elevó a diócesis a esa risueña y culta población del oriente yucateco? Pues, no. Espita no tiene catedral. Esta voz designa a la iglesia principal de una diócesis, generalmente de grandes dimensiones, que es sede de un obispo o de un arzobispo.

Don Gustavo Rodríguez Vega, arzobispo de Yucatán, no ha cambiado de residencia, la arquidiócesis yucateca continúa con su sede en Mérida. El periodista ha cometido una impropiedad al emplear la palabra “catedral” con significado distinto al que tiene.

La resortera sale de su escondite. Una fuerte pedrada a la “catedral de Espita” derriba la pieza la cual, por su considerable tamaño, con cierta dificultad la depositamos en el morral.

AHORA UN HIPÉRBATON. En otro diario peninsular leemos la reseña de un ejemplar combate cívico -emprendido hace cuatro décadas por una activista social y sus compañeros de lucha-, contra los abusos de una empresa paraestatal. Dice el relato: “La acción intentó ser minimizada por las autoridades”.

¡Ah, caramba! Eso no es cierto, la acción no intentó nada. En esa oración tenemos “una alteración del orden sintáctico que se considera habitual y lógico de las palabras de una oración”.

Es bueno utilizar el hipérbaton -así se llama esa figura del lenguaje- para evitar la monotonía en los textos, como sucede con el recurso periodístico de comenzar los títulos por el verbo y no por el sujeto; pero, hay que hacerlo con propiedad, con elegancia. De lo contrario “se corrompe la concordancia, el régimen o la construcción de las palabras, oraciones y modismos” y con ello, según nos dicen los libros de gramática, se incurre en un barbarismo sintáctico.

Para obtener una redacción correcta y con claridad es mejor seguir el orden de las palabras en la oración. Para lograr ese objetivo recurrimos a la fórmula SVO del colombiano Fernando Ávila: sujeto, verbo y objeto, en ese orden. De acuerdo con esa norma diremos: “Las autoridades (sujeto) intentaron (verbo) minimizar la acción (objeto)”.

El tirahule interviene rápidamente. Mortal disparo se impacta en el gazapo, guardamos la pieza en el sabucán, éste queda hasta el tope por las dimensiones catedralicias del primer ejemplar y damos por concluida la cacería semanal.

Hasta el próximo tirahulazo.

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