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En estos días tuve la oportunidad de asistir a un curso de mercadotecnia digital, la importancia de Internet, las redes sociales y todas las diversas expresiones de lo virtual que marcan el mundo actual, en el transcurso de las diversas exposiciones se llegó, casi sin querer, al tema de la construcción de la opinión y la generación de tendencias en el universo analógico, sin el menor reparo se explicaba cómo utilizar sitios de Internet para crear cuentas falsas en redes sociales, cómo alimentarlas y darles visos de credibilidad para después utilizarlas en apoyo de los intereses particulares de alguna empresa o entidad.

También se explicó cómo utilizar a líderes de opinión como influenciadores, contratándolos para asistir a muy diversos acontecimientos y comprometiéndolos a generar apoyo a través de las redes sociales para el evento al que asistan, por supuesto a cambio del pago correspondiente, ya sea en efectivo o con otro tipo de apoyos, lo que me llamó la atención no es que esto se haga, sino la naturalidad y aprobación con la que se proponía hacer esto, con el mayor descaro y asumiendo que mentir y manipular está permitido, claramente la realidad ya no es lo que existe en el mundo natural, la realidad se ha vuelto algo creado por algunos en beneficio de otros.

Seguramente reconoceremos en los demás esta capacidad de manipulación y comúnmente la negaremos en nosotros, la identificaremos como una medalla bien ganada en el pecho de los otros, pero no en el nuestro, bien haríamos en recordar lo que aseguraba Larra “te crees liberal y comprensivo, el día que te apoderes del látigo azotarás como te han azotado” y en muchísimas ocasiones después de haber padecido manipulaciones de diversos tipos, caemos en el mismo juego manipulando nosotros a los que nos rodean.

¿Qué hay en el fondo de nuestras manipulaciones? Generalmente egoísmo, la conciencia de que lo único que debe suceder en el mundo es aquello que nos guste y nos halague, empeñados en nuestra auto adoración y satisfacción terminamos convenciéndonos a nosotros mismos de que lo que tengamos que hacer para satisfacernos es válido y acabamos abriendo la puerta a nuestros deseos de control y manipulación.

Acabamos perdiendo nuestro rostro, extraviando el sentido de justicia, renegando de nuestro sentido de humanidad en un juego de máscaras y engaños que finalmente busca satisfacer nuestras voluntades y carencias a costa de los demás, encontraremos normal enseñar en un curso a manipular, engañar y controlar, asumiendo además que eso es una virtud, que es algo positivo por lo que se es digno de ser aplaudido, ser contado entre los exitosos, admirado; triste mundo este que ha acabado transformando en virtudes los defectos.

Terminamos robándonos unos a otros la libertad y negándonos el derecho a decidir, saboteándonos el libre albedrio, ¿seguiremos alimentando el juego perverso de la manipulación? O bien podemos comprometernos en actuar con honestidad e integridad llevando a la práctica aquella antigua sentencia: “la verdad os hará libres”

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