Créalo Ud. o no, hay policías malos y buenos

Gínder Peraza Kumán: Créalo Ud. o no, hay policías malos y buenos.

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Con los actuales intentos de grupos de periodistas de impulsar una ley que sirva no sólo para evitar más agresiones contra esos trabajadores, sino en general velar por sus derechos y necesidades: atención a la salud, Infonavit, fondo para el retiro, etc.–, han vuelto a nuestra mente recuerdos de la “relación especial” que hemos tenido los trabajadores de la pluma con los “agentes del orden”. Pero la tensión que ha prevalecido entre esos dos bandos no tendría porqué privarnos de contar algunas anécdotas que ilustran esa difícil relación.

Hace unos años viajaba de vacaciones a Taxco, Guerrero, cuando un policía en motocicleta me hizo señas para que me estacione. Tramposamente me hizo dejar la vía federal y parar en una calle local, donde no rigen las draconianas leyes de tránsito de la CdMx. El oficial me explicó que, según el plan para cuidar el aire de la Ciudad de México y entidades amontonadas (zonas conurbadas), ese día no debían circular autos con terminación de placas como las que tenía mi compacto.

Un grupo de lugareños me sugirió acudir al Palacio Municipal para denunciar al mal policía, que tenía como “costumbre” extorsionar a los turistas que pasaban por ahí. Le pedí a mi esposa que bajara del Monza, cerré éste con llave y empezamos a caminar hacia el citado edificio. Entonces el policía me cerró el paso y me aseguró que lo que yo quería hacer sería inútil, porque si él me dejaba ir, de todos modos más adelante me volverían a detener. “Pues volvería yo a explicar que soy un turista en una carretera federal”, le dije.

El caso es que me dejó ir y no le tuve que dar ni un peso de “propina” o soborno.

En otra ocasión, la policía meridana había puesto un retén en el poniente de la ciudad, cerca de donde estaba un centro de baile de música caribeña. Mi señora y yo salimos del cine y nos topamos con los policías, uno de los cuales me pidió lo acostumbrado (no dinero, no sea mal pensado), o sea, tarjeta de circulación, licencia de manejo y seguro del vehículo. No traía yo ninguno de esos documentos porque mi camioneta había pasado el día en el taller, así que el agente amenazó con llevarse el vehículo al corralón. Mi compañera y yo nos bajamos del vehículo y me acerqué al oficial a entregarle mi llave. “¿Qué es esto?”, preguntó. “Las llaves de la camioneta. Me dijo usted que se la va a llevar al corralón”. -“Bueno, no es para tanto”, repuso, al parecer porque cumplir su “amenaza” le quitaría oportunidades de obtener “donativos”. “Por hoy lo voy a dejar ir, pero tenga cuidado y para la próxima porte sus documentos”. “Ja, qué buena gente”, pensé.

Guardo dos o tres anécdotas más de conflictos o roces con policías que buscan aprovecharse de o extorsionar a los conductores, pero dejémoslo hoy así. Mejor seamos más atentos con los buenos agentes de la ley, los que son serviciales y respetuosos. Porque sí los hay, ¿eh?

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