Hay más militares y también más civiles muertos
Gínder Peraza Kumán: Hay más militares y también más civiles muertos.
Hasta donde nos alcanza la memoria, nunca se habían adelantado tanto como ahora los preparativos, negociaciones y búsqueda de alianzas entre partidos políticos o a título personal, con miras a la realización de un proceso electoral para cuya culminación faltan prácticamente dos años.
Este apresuramiento, este afán de prácticamente todos los políticos por adelantarse a todo aquél que pueda estar pensando en moverse antes que nadie tiene que tener un costo no solamente político, sino también económico.
A la fecha creemos que quien tiene más posibilidades de que le salga más caro el caldo que las albóndigas es sin duda el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien contra viento y marea ha menospreciado y tirado a la basura todo consejo o sugerencia de buena fe, y sigue lanzando sermones cada día contra los que él considera sus enemigos, siguiendo así su inveterada costumbre de hacer campaña todos los días de su vida.
Hasta de un político de medio pelo esperarían muchos ciudadanos mexicanos que ofreciera sus condolencias a los integrantes de la Orden de los Jesuitas, quienes durante décadas han trabajado para cultivar entre los mexicanos la educación profesional y el libre pensamiento. El presidente López no tardó nada en enterarse que los dignatarios jesuitas ofrecieron una rueda de prensa en la que criticaron duramente la aparente suavidad –la instrucción no dada formalmente, pero sí muchas veces repetida, incluso en tono de guasa– con que el régimen mexicano trata a delincuentes, incluso asesinos, quienes luego, envalentonados, parecen retar sin un ápice de temor a las fuerzas militares.
No siempre, sin embargo, el oriundo de Macuspana se retira de las llamadas (conferencias) “Mañaneras” con la frente en alto y los puños levantados. El miércoles y jueves de la semana pasada, por ejemplo, las declaraciones del Presidente fueron criticables y polémicas, por decir lo menos, pues en este caso centró sus dudas en torno de la conducta y las demandas de justicia de los jesuitas, cuya seriedad y cuyo trabajo son respetados –más incluso que los de otras órdenes religiosas– en todos los países en los cuales trabajan.
Sin duda alguna, como sugeríamos al comienzo de estos planteamientos, nadie en el mundo quedará tranquilo si la impunidad prevalece también en el caso del asesinato de los dos jesuitas (ambos rebasaban los 70 años de edad–, con quienes, por cierto, también fue muerta a balazos una tercera persona, que acompañaba a los religiosos en la iglesia del norte de Chihuahua donde ocurrieron los hechos.
Con estos dos asesinatos más los que vengan –no dude usted de que, de aquí a que se realicen las elecciones de 2024–, el ambiente políticoelectoral que prevalezca en el proceso de cambio mediante las urnas estará para entonces al rojo vivo. Será una desgracia, pero así será, ¿se rehúsa usted a creerlo?