Los poderes, obligados a la independencia
Gínder Peraza Kumán: Los poderes, obligados a la independencia.
En su columna “Historias de Nego(ceo)s” que se publica en El Universal (en NOVEDADES YUCATÁN salió el reciente miércoles 28), Mario Maldonado incluyó un comentario editorial al que puso como título “El caso de la ministra Esquivel y la sucesión en la Corte”.
Aunque muchos piensen quizás que es sólo un comentario ligero, nosotros creemos que hay mucho qué decir tan sólo sobre el primer párrafo de ese artículo, que menciona lo siguiente: “Un tsunami ha pasado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y arrastró a una de las figuras principales a suceder al actual presidente Arturo Zaldívar: la ministra Yasmín Esquivel, quien junto con Loretta Ortiz son vistas como las más plegadas al Gobierno Federal, y en especial al presidente Andrés Manuel López Obrador”.
La gravedad de esas últimas líneas la pone el hecho de que el primer párrafo del Artículo 116 de la Carta Magna dice lo siguiente: “El poder público de los estados se dividirá, para su ejercicio, en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y no podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un solo individuo”. Ahora sabemos que hay por lo menos dos integrantes que se desviven (¿se podrá hablar de traición?) por complacer al Ejecutivo, y ninguna sanción reciben.
En el rastreo en internet también encontramos un trabajo titulado “La democracia como forma de Gobierno”, firmado por Fernández Santillán, José F., en los “Cuadernos de divulgación de la cultura democrática”, auspiciados por el Instituto Federal Electoral de México. “El ejercicio público de los poderes presupone, ante todo, un justo equilibrio natural como imperativo categórico, y un principio constitucional como factor insustituible. Quizá penetrando en el terreno de la Constitución, encontremos la vía franca para evitar la desmesura en los codiciados usos del poder público, el que, por cierto, debe ser abierto, receptivo y notoriamente visible”.
El politólogo Fernández Santillán resalta que uno de los criterios para calibrar la democracia es la visibilidad del poder. En efecto, la democracia es el gobierno que se presenta ante los ojos de todos. Se ha dicho que la democracia es “el gobierno del poder público en público”.
En otras palabras, se subraya en el trabajo de Fernández, “la democracia se opone al ejercicio oculto del poder político”.
Así que no nos quieran hacer comulgar con ruedas de molino, porque no las podemos tragar. Y como conclusión asentemos dos afirmaciones: 1) no debe haber nunca colusión, sumisión, colaboración oculta o supeditación alguna entre un poder y otro, pues de lo contrario se estaría atacando a la democracia; y 2) las cuentas deben ser muy claras en los poderes, pero sobre todo en el Ejecutivo, porque es el que maneja más recursos. Otra situación sería corrupción o robo a la nación, o asalto a los ciudadanos.