Es muy evidente el intenso trabajo que se realiza para terminar lo más pronto posible la ruta que seguirá el le-Tram en la zona que va del Hospital General Regional 1 “Ignacio García Téllez” al Periférico Poniente de Mérida, en el entronque de éste con el complejo habitacional Los Héroes. En los 360 grados por donde mire uno, el muy elegante, moderno y tecnológicamente avanzado servicio de transporte urbano está cambiando el entorno en donde será visto como el enlace perfecto para los pasajeros que llegarán al Mayab a bordo del tren maya, y que querrán conocer los atractivos que ofrecen tanto Kanasín en el extremo oriente de Mérida, como Umán en el sector oeste.

Los que frecuentamos esa zona por cuestiones de vivienda, comercio, entretenimiento, comida, bebida y etcétera notamos muy buenas las expectativas que genera la inminente incorporación de le-Tram al Sistema de Transportes “Va y Ven”, cuyas rutas y número de usuarios no deja de crecer, bajo la supervisión y trabajo coordinado del Gobierno del Estado y el Ayuntamiento de la capital yucateca.

Las zonas del sector urbano que detallamos se transforman a una velocidad que nunca habíamos visto. ¿Por qué el cambio es ahora a ese ritmo? Algunas respuestas sin tener la certeza en ninguna serían: 1) a los gobiernos federal y estatales les gusta y hasta urge mostrar (sobre todo si se aproximan elecciones relevantes) obras y servicios debidamente documentados que justifiquen los grandes gastos que seguramente aparecerán en los expedientes de sus respectivas administraciones; 2) los mexicanos, y en particular los yucatecos, ya aprendieron a planear y gestionar las obras y servicios que de verdad necesitan, y ya saben también muy bien que para tener éxito en esas gestiones es indispensable empezarlas a tiempo; y 3) las empresas privadas que normalmente les hacen a los gobiernos de los tres niveles las obras y servicios que necesitan han aprendido que el erario, es decir, el dinero que se recolecta del pueblo, se usa para beneficio de ese mismo pueblo y cada centavo se cuida, porque representa el sacrificio de cada uno de los que respiramos en este país.

Durante las casi cinco décadas que hemos ejercido esta profesión del periodismo hemos tenido que incluir, ineludiblemente, la constatación de que para hacer billetes en un puesto público es necesario darle su lugar a la corrupción: primero se cae la Luna sobre nosotros que algún político cualquiera hace un descubrimiento y afirma que es una falacia decir que un político pobre es un pobre político, y que tendría más verdad una que asegure que necesitamos políticos multimillonarios que sepan muchísimo de inversiones, de creación de empleos, de capacitación de personal y de inversiones “offshore”, por decir algo.

Perdóneme si me excedí de guasón, pero la verdad es que encontraríamos explicaciones más probables y razonables en cualquiera de las cintas del director de cine mexicano Luis Estrada, cuyo trabajo vuelvo a recomendar, principalmente por su denominada “Pentalogía de sátiras políticas”, que son películas sobre temas controversiales de la política mexicana: “La ley de Herodes”, “Un mundo maravilloso”, “El infierno”, “La dictadura perfecta” y “¡Que viva México!”, la más reciente.