|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Resulta interesante analizar y reconocer cómo el softbol y dos equipos de mujeres yucatecas se convirtieron en un espectáculo político, además de dar ejemplo de la fetichización hacia “lo maya”, “lo nuestro” y lo que ocasiona en la gente de Yucatán.

No se había cantado el primer strike y era evidente que las favoritas -no sólo de la gente, sino hasta de los organizadores- eran las Amazonas. La novena que alcanzó la fama por jugar con huipiles fue presentada como el equipo de casa. A pesar de que las jugadoras de Yaxunah y las de Sucilá son igualmente yucatecas y practican el mismo deporte, la estructura y la organización del evento tenían como favoritas a las que juegan con la “ropa típica” y sin zapatos. Cada que las Amazonas sumaban una carrera al marcador, los voladores tronaban en festejo al fondo del estadio. Cuando presentaban a las de Yaxunah y su orden al bat, la algarabía rememoraba a los mismísimos Leones de Yucatán. Quien ha ido a un partido de beisbol entiende la diferencia que describo. A partir de ahí se puede ver que el deporte queda en segundo plano.

No hay que dejar de lado que gran parte de la folclorización proviene de las personas. No nos adentraremos tampoco al papel activo de los tribunales de redes sociales en la exaltación del fenómeno Amazonas, pero sí cabe hacer mención de la influencia que tuvieron en el encuentro del sábado. A partir de una misma entrevista replicada íntegramente por decenas de medios, la ciudadanía empezó a construir y emitir juicios de valor; parecía como si las Amazonas fueran un equipo único en el deporte. “No son las originales, son las copias”, como si de pronto todos los ciudadanos, además de ser fanáticos a ultranza y de toda la vida de las Amazonas, conocieran a la perfección los rostros y nombres de las integrantes para poder diferenciar (y decidir) quiénes sí y quiénes no. En un ejercicio rápido, el suscrito preguntó a uno que otro asistente del estadio los nombres de quienes conformaban el equipo de Yaxunah, sea verdadero o falso, y la respuesta era la misma: no lo sé.

¿Cómo entonces un equipo cuyos integrantes se desconocen es de pronto la sensación del momento? Entre todos fabricamos un discurso regionalista con “nuestras raíces” y con lo que creemos que es lo yucateco. El softbol femenil en Yucatán es una verdadera tradición de años, con decenas de equipos compitiendo en diferentes categorías tanto en Mérida como en el interior del Estado. Dese una vuelta un sábado en la tarde por las comisarías, las colonias u otros municipios y verá verdaderos espectáculos y duelos de alto nivel entre jugadoras que no abarrotan estadios ni reciben atención mediática, simplemente por no cumplir con el estereotipo que sirve al discurso político y que puede hacer del amor al deporte un evento políticamente redituable.

No me mal interpreten; celebro que las Amazonas, las originales o no, reciban atención, apoyos y tengan la atención de la ciudadanía. Celebro también que jueguen con o sin zapatos, con camisola y pants o con huipil. Lo que debemos de cuestionarnos es si a nosotros los ciudadanos y a las autoridades nos interesaría apoyarlas si no jugaran como juegan ni vistieran como visten. Si la respuesta es que sí, ahí tienen infinidad de equipos softbolistas (como las propias ganadoras de Sucilá) esperando por nosotros.

Lo más leído

skeleton





skeleton