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La semana anterior quedará marcada como una de las más violentas en la historia de México, al menos desde que se llevan a cabo este tipo de registros. Terrorismo; sólo así puede llamarse a la quema de autobuses, tiendas de autoservicio y al ataque artero en contra de civiles en los estados de Jalisco, Guadalajara, Chihuahua y Baja California. Las fotos hablan por sí solas, demostrando la innegable realidad que se vive en México: tenemos un Estado fallido que no ha sabido “atender las causas” de la violencia y los grupos criminales en el país.

Y no se va a poder atender ninguna causa mientras el propio Presidente de la República siga sin reconocer que su estrategia no está dando resultados. El discurso que menosprecia el terrorismo en México y que se limita a calificar estos actos como “protestas” o “exageraciones de la oposición” sólo refuerza las posiciones de los grupos criminales y no permite a la autoridad resolver la compleja situación en la que nos encontramos.

Concuerdo con el Gobierno Federal en el sentido de que atender las causas que originan los problemas sociales y estructurales, siempre será mejor que enfrentar fuego con fuego. Sin embargo, es notorio que no se están abordando realmente las causas y que la estrategia no ha tenido ni el más mínimo efecto en la violencia y el impacto del crimen organizado en la sociedad. Creer que con los programas sociales actuales va a sacarse de la vida delictiva a miles de ciudadanos es ser ingenuo o necio. Tanto el Gobierno Federal como los integrantes de la mayoría del Poder Legislativo se han negado a tocar temas que, si bien pueden tener un costo político-electoral para el partido oficialista, podrían abonar más profundamente a la resolución de estas problemáticas. Por ejemplo, a estas alturas del sexenio, los integrantes del oficialismo se niegan a tocar el tema de la legalización de las drogas, actividad fundamental (si bien no única) del crimen organizado. Si ni siquiera han logrado completar y armonizar la reglamentación en torno al uso de la mariguana, más lejana se ve la regulación de otro tipo de sustancias que, como sucede en otros países, podría disminuir el mercado negro e incluso aportar dividendos sustanciales a las arcas nacionales. Ejemplos de los efectos de la prohibición hay muchos a lo largo de la historia.

Al mismo tiempo, la estrategia de los legisladores y funcionarios públicos se ha enfocado en el aumento de penas y sanciones a conductas delictivas, aun cuando está más que demostrado que el incremento de las sanciones no contribuye en absolutamente nada a disminuir o persuadir la comisión de ilícitos. No sólo se está haciendo casi nada, sino que lo que se hace, se hace mal y sin tener resultado alguno.

Parece, además, que después de todo el presidente AMLO sí seguirá los pasos del ex mandatario Calderón, pues ahora plantea militarizar la seguridad pública mediante un decreto inconstitucional. Ya vimos cuáles son los efectos de debilitar a los Órganos civiles y concentrar el poder en pocas manos. No importa, al fin y al cabo todo es una exageración de la oposición.

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