De la mañanera a la realidad
Héctor López Ceballos: De la mañanera a la realidad.
Es cierto lo que dicen los críticos: el Zócalo de la Ciudad de México adopta el tamaño que sus ocupantes (especialmente los afines al oficialismo) quieren. Por ejemplo, para la marcha en defensa del INE que llegó al corazón de la capital mexicana llegaron, según datos oficiales, entre ochenta y cien mil ciudadanos. Por el contrario, para la concentración en conmemoración de la expropiación petrolera y la defensa de la soberanía, el Zócalo -igualmente lleno que en la marcha anterior- dio cabida a más de quinientos mil mexicanos, al menos en palabras de la Jefa de Gobierno de la capital del país. Claro, el oficialismo argumenta que también se ocuparon calles aledañas a la Plaza de la Constitución, pero es increíble e inverosímil la diferencia de casi cuatrocientos mil personas que reportan. La geometría y los cálculos no cuadran.
Ambas manifestaciones populares son igualmente válidas y son sanas para la vida democrática mexicana. Sin embargo, para el oficialismo no es así: la marcha del INE fue en realidad la defensa de privilegios de unos cuantos, o peor aún, en defensa supuesta de Genaro García Luna. Si en cambio se menciona que la concentración del pasado dieciocho de marzo es en realidad una reacción visceral del Presidente en contra del nada despreciable logro de la oposición, o una muestra más de la campaña permanente en que se encuentra el Gobierno Federal, los seguidores de Andrés Manuel dirán que no es así, que se trata de una fiesta del pueblo y de una legítima muestra de apoyo a la Cuarta Transformación, de paso celebrando la expropiación petrolera. No por nada López Obrador en su discurso de aquel día pretendió comparar y asemejar su gobierno al del General Lázaro Cárdenas. En fin, unos sí y otros no.
La polarización continúa creciendo en el país de los blancos y negros. Tras la repetida y permanente retórica presidencial de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación es corrupta y virtualmente la culpable de todos los males del país, algunos simpatizantes del Presidente quemaron una piñata en forma de la Ministra Presidenta. La quema simbólica de la cabeza del Poder Judicial es una muestra de que lo dicho por el Primer Mandatario pesa, y pesa mucho, pudiendo escalar poco a poco la violencia en contra de quienes no sirven de plano al proyecto del cuatroteismo. ¿Qué pasará a continuación? ¿La violencia dejará de ser simbólica para pasar a la realidad? El Presidente ha condenado los sucesos de la Plaza de la Constitución, pero ¿cesará su discurso hostil y de animadversión en contra de la Corte? En general, ¿dejará de hostigar y perseguir mediáticamente a quienes él cree que representan a la oposición? O por el contrario, esperará a que la respuesta de algunos de sus seguidores no sea simbólica, sino real.
Ambas manifestaciones populares, por cierto, son válidas. La del pasado dieciocho es correcta y también fortalece la vida democrática del país. Lo malo es cuando se condena las acciones del otro, pero esas mismas acciones se aplauden si vienen del oficialismo. Falta congruencia.