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A Marcelo Ebrard le jugaron chueco, pero no ahora en la encuesta, sino desde que el Presidente de la República decidió que la candidata de Morena en 2024 sería Claudia Sheinbaum. Desde hace varios años que AMLO ha apadrinado a la ex Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, dejando de lado a su “amigo” Marcelo, personaje que ha acompañado a López Obrador desde 1999.

Y le jugaron chueco porque fue una “elección de Estado”. Muchos en Morena argumentan que Claudia iba arriba en las encuestas y -recordando a Calderón- “haiga sido como haiga sido” superó en todas a Ebrard. Para ellos, las miles de bardas que tapizaron el país con “#EsClaudia”, y el uso de recursos públicos o programas sociales no influyó en nada en las preferencias de los encuestados. Curioso razonamiento el de la cúpula morenista, quienes en 2012 clamaron elección de Estado e imposición. ¿Se acuerdan de la elección de Peña Nieto? Volvió en forma de interna de Morena. Al otrora Presidente lo favoreció una permanente difusión de su imagen, además de aquella triangulación que hiciera el PRI con Monex y Soriana. No olvidar tampoco que Peña superó en las encuestas a Obrador y que al final le ganó por un amplio margen. Aún así, para la nueva coordinadora de la 4T, para Mario Delgado, y para un sinfín de morenistas, el 2012 fue una elección fraudulenta e inequitativa que debió anularse. ¿Por qué, entonces, hoy avalan un proceso lleno de irregularidades y de inequidad? ¿Por qué atacan al que reclama un proceso justo? Y, sobre todo, ¿por qué se convirtieron en aquello que antes repudiaban? Ebrard no hace más que replicar lo que AMLO enseñó a sus seguidores, y hoy es perseguido por los que ayer eran sus “camaradas”.

También en el 2006 Andrés Manuel presentó sendas incidencias que opacaron el proceso electoral, mismas que fueron desechadas y no se consideraron suficientes para botar la elección. Hoy Morena es un reflejo del antiguo sistema priista; digna heredera del partido hegemónico que juraron destruir y en el que se han convertido. Lo mejor que podría hacer Marcelo es separarse de quienes han mostrado incongruencia y replican las prácticas que en el pasado combatían.

El domingo pasado presentó Ebrard la impugnación del proceso interno de Morena: no creo que prospere y sí creo que él está consciente de ello. Impugna para demostrar que hasta el último momento intentó ser leal al movimiento que fundó, actuando en consecuencia con sus convicciones democráticas. Sabe que desecharan su recurso y que tendrá que buscar un partido que sirva a su plataforma política en el 2024, si es que quiere aparecer en la boleta. El plazo para aspirar a una candidatura independiente ha fenecido y es imposible intentar conformar otro partido político, sino hasta enero de 2025. Si logra organizarse y moverse con celeridad -cosas que seguramente ya está haciendo-, podrá consolidar una estructura político-electoral que resulte atractiva para los partidos políticos de oposición que, quizás, brinden su apoyo a un candidato que obtendría el voto de los dos espectros políticos más importantes del país. No es cosa menor: Claudia y Xóchitl no logran sumar a la clase media y a la izquierda, respectivamente, y Ebrard podría atraer todos esos votos. Es cuestión de tiempo, muy poco tiempo, para conocer el rumbo que tomará el nuevo movimiento político del ex canciller

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