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Tenemos contacto con las marcas todos los días. Cotidianamente nos enfrentamos a decisiones que se resuelven fundamentalmente por el concepto o percepción que tenemos con estos signos distintivos que protegen y representan productos y servicios. Antes que el precio de un producto, un coche, supongamos, preferimos confiar en nuestro conocimiento de la marca que está detrás de su fabricación, incluso si no sabemos absolutamente nada del ensamblaje, el funcionamiento del motor o la calidad de sus piezas. Más vale malo por conocido que bueno por conocer, dicen por ahí, y este dicho lo aplicamos generalmente a rajatabla con las marcas. No por nada hay mucha desconfianza y escepticismo con los nuevos prestadores de servicios o productos que se insertan al mercado: aún ofreciendo mejores prestaciones o innovaciones que quienes llevan más tiempo en el mercado, las personas solemos irnos por los nombres consolidados.

Por eso es tan importante registrar nuestra marca y proteger este importante bien frente a terceros. La Ley Federal de Protección a la Propiedad Industrial, señala en su artículo 171 que “se entiende por marca todo signo perceptible por los sentidos y susceptible de representarse de manera que permita determinar el objeto claro y preciso de la protección, que distinga productos o servicios de otros de su misma especie o clase en el mercado”. Es decir, aquél o aquellos elementos con los que podamos distinguir un producto o servicio de entre sus pares será la marca.

La marca, dice la misma norma, se puede constituir por los signos conformados por denominaciones, letras, números, colores, hologramas, formas tridimensionales, e incluso sonidos y olores, y la combinación de todos los elementos anteriores. La marca es, en muchas ocasiones, el activo más importante de nuestra empresa. Gracias a ella los consumidores o clientes podrán reconocernos y diferenciarnos de los demás competidores o agentes económicos, lo que creará un público propio que nos irá prefiriendo sobre otros productos o servicios de la misma clase o categoría. Por eso usted, en muchas ocasiones, compra una televisión en específico y no otra.

El trámite del registro de marca es relativamente sencillo, pero es recomendable realizarlo con la asesoría de abogados especialistas en propiedad industrial e intelectual que le acompañen durante el procedimiento que puede durar varios meses. Antes de lanzarse al trámite definitivo es recomendable realizar las búsquedas sencillas y las avanzadas a través de las distintas herramientas que nos proporciona el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), a fin de asegurarnos de que es más probable que la marca que queremos registrar se encuentra disponible y no existe otra similar o idéntica ya registrada o en proceso de registro, pues si fuera el caso es muy probable que nuestro registro sea rechazado y, si ya habíamos empezado a operar con esa marca, estaríamos probablemente ante un retroceso que nos implicaría pérdidas económicas y de esfuerzos, recursos invaluables para los emprendedores.

No dejes pasar este paso importante en tu negocio y acércate a los especialistas para lograr registrar tu marca y consolidarte en el mercado.

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