Problemas constitucionales

Héctor López Ceballos: Problemas constitucionales.

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¿Puede ser inconstitucional la Constitución? ¿Es posible revertir una reforma constitucional? Y si la respuesta fuera afirmativa, ¿existen los mecanismos para revertir esa reforma? Estas preguntas no tienen, hasta este momento, una respuesta única y definitiva. Dependerá muy probablemente de quienes la respondan, su formación teórica, su concepción de constitución y, por supuesto, muy seguramente hasta de sus intereses políticos y personales.

Respecto a este debate han surgido muchas posturas divergentes; desde los que dicen que una reforma constitucional es la manifestación última de la voluntad popular, y por tanto no hay poder alguno capaz de limitarla, hasta los que se cuestionan si son realmente válidas todas las posibles reformas, incluso las que vayan en contra de lo que normalmente se considera “el espíritu original” de la Carta Magna. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, una mayoría calificada en el Legislativo Federal y la mayoría de las legislaturas locales consintiesen el retorno de la esclavitud a México? ¿O el permitir de nuevo las haciendas o empresas con peones acasillados? ¿O que se revierta el derecho de la mujer al voto?

No basta con simplemente contestar que tales cosas nunca sucederían o que en su momento se vería cómo resolverlo, pues también esas reformas serían voluntad del pueblo expresada en la Constitución y no podría detenerse. Y si pudiese detenerse, ¿por qué hasta eso y no ahora?

Ahí es cuando, entre muchas otras, surgen más interrogantes como si existen principios inamovibles de la Constitución, tan firmes que ni siquiera una aplastante mayoría legislativa pudiese modificarlos o contrariarlos. O si en tales casos sería, como hasta ahora lo es, la Suprema Corte la intérprete última del texto constitucional. Y además, ¿quién decide dónde está el límite?, ¿decir que algo va en contra de la Constitución y los tratados en materia de Derechos Humanos de los que México es parte supone contrariar la voluntad popular?, ¿nosotros, los ciudadanos, tenemos calidad teológica y realmente nunca nos equivocamos? Y por último, si las reformas constitucionales son voluntad de la mayoría, ¿todas las reformas a la Constitución en la historia de México son fiel reflejo de la voluntad popular, y por tanto, incuestionables?

Claro que tengo mis propias opiniones, y de cierta manera trato de responderme estas preguntas, pero sin duda no tengo la última palabra y mal haría alguien en sostener que tal cosa existe. Una democracia constitucional funcional implicaría que todos nosotros hiciéramos, siquiera, un ejercicio -cuando menos somero- de reflexión que nos permita formarnos una opinión sobre el constitucionalismo y, sobre todo, sobre nuestra Constitución, que no solamente es un librito que contiene derechos del ciudadano que pueden ser reformados un día sí y al otro también, sino que fundamentalmente dibuja los límites de la autoridad en el ejercicio de sus funciones.

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