La eterna lucha de la mujer por su valía

Hortensia Rivera Baños: La eterna lucha de la mujer por su valía.

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La violencia contra la mujer en el mundo sigue siendo una problemática sin solución. Y es que la violencia contra las mujeres toma distintos disfraces para poder existir y seguir vigente en esta sociedad que parece haberlas olvidado. En el hogar, recinto donde cualquier persona se debería sentir segura, protegida y amada, es donde muchas veces ocurren actos lacerantes que desembocan en: violencia económica, psicológica, emocional, física, sexual.

Los delitos sexuales contra las mujeres son el resultado del abuso que se ha venido gestando en el hogar, y terminan desembocando en feminicidios, el hombre quiere a toda costa sentirse superior. La violencia feminicida en el país es un alarmante problema social que ningún Gobierno ha podido erradicar, al contrario, tal parece que con cada Gobierno y a pesar del empeño de los mismos en dar cifras a la baja de esta problemática, las mujeres, adolescentes y niñas siguen apareciendo muertas.

Si volteamos la vista a nuestro Estado, Yucatán no tiene cifras alentadoras, pues la encuesta nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares (Endireh) estima que en la entidad el 71.4% de las mujeres de 15 años o más, experimentaron algún tipo de violencia.

La violencia de género parece haber normalizado la conciencia del ser humano. La lucha de la mujer por su valía es una reyerta que parece no tener fin.

A medida que las mujeres van manifestando y exigiendo sus derechos en México; los feminicidios aumentan. A medida que la mujer se va cultivando y fomentando herramientas para la superación, el hombre busca maneras para detener su avance. Mientras el hombre sigue luchando por mantener a la mujer amordazada, ella, con su ingenio y lucidez, sigue en camino por la justicia de género. Sin embargo, uno sale a la calle, o mira el entorno de un hogar, y se encuentra con diferentes escenarios de los muchos que nos toca vivir diariamente como mujeres, y tal parece que el tiempo los congeló y son un mausoleo de vivencias en contra de la mujer:

La mujer del transporte público que es manoseada, y si bien le va, lascivamente mirada y verbalmente ofendida. La esclava doméstica que jamás termina su labor, defensora de sus hijos, arlequín del marido, y sirvienta de su hogar.

La jovencita que teme salir de noche a la calle por miedo a ser agredida, porque “no son horas para que una mujer ande sola” y ella va a ser la culpable de que la violen o la maten, según el pensamiento machista.

La parturienta que la obligaron a tener un hijo que ella no quería, producto de una violación. Una sociedad que sigue exigiendo el derecho al cuerpo ajeno, y ese cuerpo es el de la mujer.

Hace medio siglo que la eterna feminista, Rosario Castellanos, nos regaló un discurso que al día de hoy sigue tristemente en la ventana utópica esperando un cambio social verdadero que beneficie de una vez y para siempre a la mujer: no hay que desesperar. Cada día una mujer –o muchas- gana una batalla para la adquisición y conservación de su personalidad. Una batalla que al ganarse está gestando seres humanos más completos, uniones más felices, familias más armoniosas y una patria integrada por ciudadanos conscientes para quienes la libertad es la única atmósfera respirable y la justicia el suelo en el que arraigan y prosperan, y el amor, el vínculo indestructible que los une.

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