Gentrificación, todos somos responsables

Hugo Espósitos: Gentrificación, todos somos responsables.

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Queremos vivir en un lugar más seguro. Venimos huyendo de la inseguridad que nos sobrepasó en nuestras tierras de origen. Pudiera ser que en realidad nunca hubiéramos abandonado familia, amigos, trabajo y hogar si la delincuencia y el miedo no nos hubieran sacado. Y, sin embargo, llegamos aquí y empezamos a cambiar la estructura social de la que depende esa seguridad que tanto añorábamos. Empezamos a hacer exactamente lo mismo que causó que nuestras anteriores residencias se volvieran hostiles. Dicen que la locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. Pues bien, aparentemente estamos todos locos.

En un mundo donde la división y el antagonismo se generalizan, donde la delincuencia y la violencia aumentan y el resentimiento social se hace más evidente, es imperativo reflexionar sobre cómo debemos construir la sociedad en que queremos vivir. Al igual que cuidamos nuestro patrimonio con planificación y anticipación para resguardarlo y obtener beneficios futuros, así debemos cuidar nuestro tejido social. Es esencial invertir en desarrollar buenos vecinos, en construir comunidades sanas. Dejarlo al azar sólo nos llevará a los mismos resultados del resto de las ciudades del país: gentrificación, desigualdad, delincuencia y violencia. Tradicionalmente, se ha invertido mucho en seguridad pública, con más policías, armas y sistemas de vigilancia avanzados. Esta carrera armamentista no nos lleva a la victoria, la delincuencia también invierte en recursos similares. Además, la delincuencia se alimenta del resentimiento social, reclutando a sus miembros entre aquellos que se sienten excluidos o marginados, también se alimenta de los jóvenes que, por falta de autoestima, frustración, soledad, caen en las adicciones. Ahí encuentra sus sicarios y también sus clientes.

El verdadero blindaje social empieza abajo, desde la base, desde aquellos quienes formarán las nuevas generaciones. Debemos voltear a ver a las infancias, el desarrollo de la gestión emocional y las habilidades sociales positivas en las infancias y adolescencias, tienen un impacto inmediato en la disminución de las adicciones, la delincuencia, la violencia y el suicidio. Las personas que crecen con relaciones sociales positivas y emocionalmente equilibradas, tienen vidas más plenas, sanas y son menos propensas a tomar malas decisiones de vida. La responsabilidad de llevar programas que enseñen estas habilidades a nuestros menores debe ser compartida por todos.

No podemos depender de las grandes fundaciones o del Gobierno para realizar esta labor. La oportunidad de cambio reside en la suma de esfuerzos individuales, familiares y comunitarios. Generar empatía, promover la cohesión social y abogar por una cultura de paz son responsabilidades compartidas que debemos asumir. No intentemos evadir nuestra parte, es el crecimiento acelerado que provocamos, es el choque cultural que causamos, lo que empieza a dañar la paz de Yucatán. No culpemos al Gobierno y menos aún a los habitantes. No somos invasores, tampoco malos o buenos, sólo estamos repitiendo lo que sucedió en nuestras ciudades y nuestros estados de origen. Pero aquí tenemos una elección, podemos ser parte del problema o parte de la solución.

Hagamos conciencia, participemos de forma activa, apoyemos los programas que ayudan a construir esa sociedad donde nos gustaría que nuestros hijos crecieran y vivieran.

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