Toma decisiones de las que nunca te arrepientas
Hugo Espósitos: Toma decisiones de las que nunca te arrepientas.
El 95% de las decisiones que tomamos a diario son impulsadas por nuestro sistema límbico, el centro emocional de nuestro cerebro. La razón, en muchos casos, sólo entra después para justificar lo que ya hemos decidido emocionalmente.
A todos nos ha pasado, en un momento de ira, que podemos lastimar a un ser querido con palabras o acciones impulsivas. De manera similar, en un estado de tristeza profunda o depresión, podemos llegar a tomar decisiones que nos afectan negativamente, como alejarnos de actividades o personas que antes nos hacían felices. Incluso en momentos de euforia, podemos tomar decisiones imprudentes, como apostar todo nuestro dinero después de una racha de buena suerte y perderlo todo. Cuando nuestras emociones son intensas, como la ira, la tristeza profunda o la euforia, es fácil tomar decisiones de las que luego nos arrepentimos.
Nuestras emociones juegan un papel crucial en cómo vivimos y en las decisiones que tomamos diariamente. Según Estanislao Bachrach en su libro “Diseño de emociones para tu bienestar”, nuestras emociones tienen 200 millones de años de evolución, mientras que nuestra capacidad racional apenas ha existido durante unos 100 mil años. Esto significa que, en la mayoría de las situaciones, son nuestras emociones las que tienen la voz dominante en la toma de decisiones.
Estanislao Bachrach introduce un concepto interesante llamado el “Modelo del Iceberg”, que explica cómo nuestras emociones, comportamientos y resultados en la vida están conectados. Según este modelo, nuestros resultados en la vida dependen de nuestros comportamientos, y estos comportamientos están moldeados por nuestras emociones. Lo que muchas veces no comprendemos es que estas emociones surgen de la manera en que interpretamos y pensamos sobre las situaciones que vivimos.
No son los acontecimientos en sí los que nos hacen sentir de cierta manera, sino cómo los interpretamos. Nuestros pensamientos generan emociones, y estas emociones influyen directamente en cómo actuamos. Si logramos cambiar nuestra forma de pensar sobre una situación, podemos cambiar nuestras emociones y, en consecuencia, mejorar nuestras decisiones y comportamientos.
En nuestro cerebro, hay dos sistemas principales que juegan un papel crucial cuando tomamos decisiones: el sistema límbico y el sistema racional. El sistema límbico es el encargado de nuestras emociones, mientras que el sistema racional se encarga de pensar y razonar de manera lógica. Aunque ambos sistemas son importantes, compiten entre sí por los mismos recursos, como la glucosa y la energía.
Imagina que tu cerebro es como una batería con una cantidad limitada de energía. Tanto el sistema límbico como el racional necesitan esta energía para funcionar bien. Pero aquí está el truco: cuando una emoción es muy fuerte, como la ira o la euforia, el sistema límbico utiliza una gran cantidad de esta energía, dejando menos para el sistema racional.
Por ejemplo, si estás muy enojado, tu sistema límbico consume tanta energía que el sistema racional se queda sin suficientes recursos para pensar con claridad. Es por eso que, en momentos de ira intensa, a veces decimos o hacemos cosas que no son lógicas o de las que luego nos arrepentimos.
Entender y gestionar nuestras emociones es esencial para tomar mejores decisiones y tener un mejor desempeño en la vida. Por ejemplo, cuando aprendemos a reconocer que estamos en un estado emocional intenso, podemos optar por no tomar decisiones impulsivas en ese momento. En lugar de eso, podemos esperar a que la emoción se estabilice para tomar una decisión más consciente y racional.
La capacidad de regular nuestras emociones también nos permite mantener un comportamiento más constante y efectivo, lo que nos lleva a obtener mejores resultados en diversas áreas de nuestra vida, desde las relaciones personales hasta el desempeño académico o profesional.
Bachrach también explica cómo podemos clasificar nuestras emociones en “cuadrantes” según cuánta energía tienen y si nos hacen sentir bien o mal: emociones de alta energía y positivas como la euforia, que nos llena de energía y nos hace sentir bien; emociones de alta energía y negativas como la ira, que nos da mucha energía, pero nos hace sentir mal; emociones de baja energía y positivas como la calma, que nos hace sentir bien, aunque no nos da mucha energía; emociones de baja energía y negativas como la tristeza o la depresión, que nos quitan la energía y nos hacen sentir mal.
Conocer y entender estos cuadrantes emocionales nos ayuda a ser más conscientes de cómo nos sentimos en diferentes momentos y a aprender a manejar nuestras emociones de manera que nos ayuden a tomar decisiones más acertadas y a mejorar nuestro desempeño.
Todos podemos aprender a gestionar nuestras emociones, mejorar nuestra toma de decisiones y, en última instancia, vivir una vida más plena y satisfactoria. La clave está en: reconocer nuestras emociones; regularlas de manera efectiva y usar nuestro pensamiento de forma consciente; y dirigir nuestro comportamiento.
¡Para tomar decisiones de las que nunca vayamos a arrepentirnos!