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A pocos días de celebrar la Resurrección de Cristo, los católicos del mundo estamos felices porque se cumple el misterio más grande de nuestra fe: ¡Cristo Vive! Y creemos que su sacrificio en la Cruz nos ha redimido, dio la vida por todos los hombres del mundo –pasados, presentes y futuros– y con este enorme gesto de amor nos ha ganado la vida eterna.

El papa Francisco ha propuesto para este año dedicarlo a la oración, y el mensaje de esta Cuaresma tiene el tema “A través del desierto Dios nos conduce a la libertad”.

Utilizar la figura del desierto ha sido muy iluminadora, ya que en él uno puede ser consciente de su pequeñez, de nuestras necesidades; allí nos encontramos desprovistos de todas nuestras comodidades; imaginar que uno va solo caminando por el desierto nos permite hacer un ejercicio de introspección, de meternos muy dentro de nosotros mismos, de valorar lo que se tiene, de revisar nuestras acciones, de analizar nuestras relaciones con los demás. Es en el silencio y en la soledad del “desierto” donde podemos escuchar a Dios y preguntarle qué quiere de nosotros para hacer su voluntad.

La Iglesia como madre nos va conduciendo para que el camino sea más llevadero, nos va poniendo las flechitas que debemos seguir, porque sabemos que nuestro destino final es el cielo, pero muchos nos extraviamos en el camino y a veces no sabemos cómo retomarlo. Sabiendo esto, el Papa dedica un año a algún tema que nos ayude a acercarnos más a Dios, y dedicar el 2025 como Año Jubilar a la Oración nos va a permitir profundizar en el último capítulo del Catecismo de la Iglesia Católica.

Tener presente que Dios es infinitamente misericordioso, nos anima a confiar en que sí es posible ganarse el cielo, a pesar de nuestras muchas debilidades, ya que la Iglesia nos ofrece los brazos abiertos de los Sacramentos a través de los sacerdotes, que son indispensables para ello, y la oración nos acerca a Dios de una forma muy especial.

Hay muchas formas de orar y María, la madre de Jesús y madre nuestra quién a lo largo de los años se ha hecho presente de una u otra manera, nos prometió en Portugal en los albores del siglo XX que si rezábamos el Rosario todos los días alcanzaríamos la paz.

Como buena madre que no abandona a sus hijos se sigue haciendo presente y de nuevo en Bosnia nos pide acercarnos a su Hijo a través de la oración con el corazón, meditando la vida de Jesús a través de los misterios del Rosario, recibir frecuentemente la Eucaristía, que leamos la Santa Biblia, acudir con frecuencia al sacramento de la Reconciliación y ayunar a pan y agua los miércoles y viernes.

¿Qué sabe el cielo? Tan sólo nos quiere prevenir y salvar, no tenemos que ser ni adivinos ni nada, tan sólo con prestar ojos y oídos a los que pasa a nuestro alrededor bastará para darnos cuenta por qué la prisa de María, y el papa Francisco nos ayuda pidiéndonos en este tiempo “entrar al desierto” para que Dios mismo nos guíe a la libertad.

¡Cristo Vive y nos quiere libres! y el Inmaculado Corazón de María será nuestro refugio y el camino que nos lleve a Dios.

Tomemos el arma que no falla: el Rosario, que eleva nuestras oraciones a la Santísima Trinidad llevadas por María, nuestra gran intercesora.

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