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La semana pasada estuvimos en vilo esperando a que llegue el huracán “Beryl”, sobre todo porque se comparaba con aquel que en 1988 causó estragos en el Estado, de modo que la sola mención de una similitud en trayectoria con el súper huracán “Gilberto” era suficiente para tenernos asustados y ocupados.

Los temores no eran infundados, se veía venir como huracán categoría 3, gracias a la tecnología se nos permitía rastrear el meteoro en tiempo real con los diferentes satélites que lo seguían, y sí, de ser una depresión tropical fue subiendo a tormenta tropical para ir escalando a las distintas categorías de huracán.

El Gobierno del Estado reaccionó con eficiencia previniendo cualquier adversidad, preparando los albergues para alojar a las personas más vulnerables, lanzando alertas en tiempo y forma para advertir a la población que tome precauciones, instando a los distintos organismos del Gobierno, la Marina, el Ejército, la Guardia Nacional, Protección Civil, etc. y la población en general volcada en hacer lo propio para resguardar su patrimonio y sus vidas, literal podemos decir que esperábamos una catástrofe… que no llegó, gracias a Dios.

En uno de los tantos videos que se compartieron por las redes sociales después de atestiguar que el fenómeno no nos impactaría conforme a las predicciones, un meteorólogo concluye que la detención de “Beryl” sólo pudo haberse dado por medios sobrenaturales, porque “de la nada” apareció en el Golfo de México un sistema que lo estuvo desviando, aire seco que provocó que “Beryl” perdiera fuerza y no impactara la Península, el mismo especialista refiere que no se explica como sucedió ya que sigue “muy caliente” el ambiente que propicia los huracanes.

Nuestra personal conclusión es que la mano de Dios se dejó ver, nos permitió ser testigos de su infinita misericordia.

Hace un tiempo, no recuerdo de quién, pero escuche que había una estrecha vinculación entre las Capillas de Adoración Perpetua y el hecho de que en nuestro Estado hayan dejado de impactar los fenómenos meteorológicos como en el pasado.

“Gilberto” nos pegó fuerte en 1988 e “Isidoro” hizo lo mismo en 2002, la primera Capilla de Adoración Perpetua (24 horas, los siete días de la semana) se abrió en la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima a instancias de Monseñor Rafael Palma, entonces párroco de allí, y después Monseñor Emilio Berlié siguió promoviendo la apertura de más en diferentes Iglesias en los cuatro puntos cardinales de la ciudad y alguna fuera de la capital, se calculan al menos unos 400 adoradores con horario fijo, una hora, un día a la semana.

Este hecho me recuerda el pasaje del Génesis (18, 20-32), cuando Abraham le pide a Dios que contenga su ira para no acabar con Sodoma y Dios le pide a Abraham que si le presenta a un número de justos, en atención a ellos perdonaría al pueblo.

Estoy convencida que en atención al buen número de adoradores que tenemos en nuestro Estado, Yucatán es diferente a los demás, y se consiguió una vez más que una amenaza de huracán se quedara sólo en ello.

Estamos en tiempo de agradecer a Dios todas sus bondades para con nosotros, en momentos de peligro o incertidumbre nos muestra su poder, su protección y su compasión. Esto nos recuerda también que la última palabra siempre la tiene Dios, y que estamos llamados a ser agradecidos y humildes y a mantener y acrecentar nuestra fe en aquel que todo lo puede, respetando las fuerzas de la naturaleza pero siempre confiando en su divina providencia.

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