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La expectativa de vida cuando se alarga, se transforma en vejez. En México, según información del Inegi sobre 1990 y 2022, la población total de 60 o más años pasó de 5 a 18 millones de habitantes, o sea, del 6 al 14%, respectivamente. Por grupos de edad, si hablamos de la población económicamente activa, el 33% de estos adultos, de entre 60 a 69 años, siguen trabajando y produciendo, y conforme avanza la edad disminuye a 24% entre los 70 y 79 años. El restante 9% corresponde a quienes tienen 80 años o más.

Más allá de las cifras que hemos mencionado, tener más años o cronológicamente vivir más, no es sinónimo de mejor calidad de vida, toda vez que para que se cumpla este precepto es necesario garantizar un desarrollo pleno de los adultos mayores a través de empleo, seguridad, salud, posibilidades de aspirar a un plan crediticio, pensiones justas y suficientes, entre otros tantos rubros. También, puntualizamos que, a medida que la población envejece, surge la dependencia física hacia familiares o amigos, por lo que es frecuente que sufran maltrato y discriminación.

Nuestro país, como el resto del mundo, enfrenta el fenómeno de envejecimiento poblacional y con ello la frecuencia cada vez mayor de personas que padecen algún grado de dependencia o invalidez, lo que trasciende de forma importante en la sociedad y la familia, conduciendo al fenómeno del maltrato. 

Los factores de riesgo de ser víctimas de abuso o maltrato son la existencia de estrés, cansancio físico o emocional de las personas responsables del cuidado del anciano, así como enfermedades mentales, dependencia económica o de vivienda del adulto mayor, problemas financieros, desempleo y eventos cotidianos de los integrantes de la familia que resultan en disminución de la tolerancia e incrementan la posibilidad de abuso.

Los más propensos a vejaciones son aquellos con incapacidad funcional, ya que los limita para buscar ayuda y defenderse. El deterioro cognitivo en el anciano lo vuelve propenso a la agresividad, amén de otros problemas conductuales. Otros factores como la vivienda compartida con aislamiento social, violencia intrafamiliar o falta de hijos, favorecen su olvido.

En conclusión, no hay persona alguna que no pueda estar en la situación descrita. Por lo que todos debemos participar para evitar esta realidad lacerante, a través de varios ejes de acción: el Sector Salud, mediante información a la población en general, para identificar oportunamente quién es víctima de maltrato y apoyarlo cuando al consultorio asista; la Administración Pública, a través del planteamiento de metas que hagan hincapié en las políticas de prevención y el combate a estereotipos o mitos que marginan a los adultos mayores por el proceso de envejecimiento. La ciencia ha realizado su tarea en cuanto a expectativa de vida, pero ¿el resto de los actores sociales siguen en la misma carretera? En el camino andamos. 

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