Sueño sin calidad y muerte

Jacinto Herrera León: Sueño sin calidad y muerte.

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Cientos de artículos se han escrito respecto a la importancia de tener un número de horas de sueño con calidad. Pese a lo anterior, se calcula que el 30% de la gente duerme menos de siete horas y esta falta de sueño puede aumentar el riesgo cardiovascular, la mortalidad, e incluso la aparición de algunos tipos de cáncer. De hecho, diversas investigaciones han mostrado que dormir menos de 4 a 5 horas aumenta el 12% el riesgo de muerte. “Dormir bien es un derecho que suele ser violentado”.

El tiempo del sueño se suele atacar, hipotecar y reducir para hacer otras tareas, como, por ejemplo, trabajar o hacer actividades ociosas, pero al día siguiente se produce un impacto en la salud cardiometabólica y neurocognitiva. Con el objetivo de ayudar a las personas a tener una óptima calidad de sueño, por lo que aconsejamos tener horarios regulares, realizar rutinas previas antes de acostarse, hacer ejercicio físico de forma regular (alejado de la hora de sueño), evitar cenas copiosas y comer alimentos ricos en triptófano. También debemos dormir en silencio, con oscuridad absoluta y con temperatura entre 18 y 21 grados.

Por todo lo mencionado y mucho más, hoy quisiera ocupar mi columna para destacar más que nunca la importancia de alcanzar un sueño reparador y no tan sólo cerrar los ojos durante la noche. El sueño es una necesidad fisiológica indispensable para que el cuerpo obtenga, a través de sustancias que libera en la noche, la restitución de tejidos sujetos a esfuerzos y lesiones.

Sin embargo, en el mundo moderno, cada vez cuesta más conciliar el sueño. Estos trastornos no distinguen edad, siendo, de hecho, los jóvenes los más afectados. Ningún especialista define exactamente cuántas horas se deben dormir. “La adecuada cantidad es aquella que nos permita tener un óptimo funcionamiento durante el día”.

La falta de sueño afecta nuestro desempeño y nuestra emocionalidad, pero, especialmente, conlleva a una serie de consecuencias físicas como inflamación subclínica, atero-trombosis, hipertensión arterial, obesidad y diabetes tipo II, así como fibromialgia, por citar algunos ejemplos. La falta de sueño se ve relacionada también con los trastornos de ansiedad generalizada, tan es así, que el consumo de ansiolíticos crece cada día y como consecuencia su dependencia física y/o psíquica.

Pero ¿qué nos impide dormir bien? Sin duda, los malos hábitos ocupan el primer lugar, seguido del estrés, tabaco, alcohol, bebidas energéticas, comidas con alto contenido calórico y pobres en fibra, falta de ejercicio, equipos electrónicos, cual estimulantes por su luz artificial, y los trastornos respiratorios del sueño como la apnea (roncardejar de respirar).

Por todo esto, tomemos en serio nuestra mala calidad del sueño, ya que sus consecuencias se han convertido en un problema de salud pública, cuyas funestas consecuencias son cada día mayores. Tu bienestar no tiene precio.

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