Lodo de aquellos polvos: el segundo debate

Joed Amílcar Peña Alcocer: Lodo de aquellos polvos: el segundo debate.

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Idealmente, los debates permiten avanzar en el proceso de consolidación de nuestra democracia. La deliberación, el contraste y el ejercicio de transparencia comunicativa son parte constitutiva de un buen debate, a través de estos elementos se busca dotar a la ciudadanía de un marco de referencia e información para valorar su toma de decisiones sobre la orientación del voto. Es una pena que, en México, tanto en sus expresiones regionales como nacionales, los debates destacan por no cumplir esta esencial función.

Pasados ya varios días del segundo debate presidencial se puede hacer una valoración más justa de su formato y contenido. De manera resumida: el apartado técnico mejoró notablemente y las participaciones fueron mejores, aunque en la generalidad se mantuvieron en la misma línea. Esta segunda edición posicionó al debate político mexicano como un espectáculo y no como un ejercicio de consolidación democrática. Debería preocuparnos el debate como un acto comunicativo en el marco de nuestra democracia contemporánea y no como parte del “juego” político. Debatir es comunicarse con la ciudadanía con el objetivo de influir en ella, la centralidad del discurso de las candidatas y el candidato deben ser las ciudadanías junto a sus demandas, expectativas y preocupaciones.

El debate político mexicano es el arte de eludir. El formato de este nuevo ejercicio permitió la participación de algunas personas ciudadanas, por medio de video presentaron preguntas completamente legítimas que pusieron a prueba la capacidad comunicativa y relacional de Xóchitl, Claudia y Máynez. La mayoría de las preguntas fueron soberanamente ignoradas: respuestas a medias o, sin pena, hablaban de otros temas. A nivel nacional pudimos ver que en el debate es más importante “dar un golpe” que atender una demanda expresa de respuesta por parte de la ciudadanía.

El debate político mexicano es el arte de difamar. La base de todo intercambio de ideas que pueden orientar el voto o darnos una idea del proyecto de país que cada candidatura presenta, por ética, requiere de una base de información y datos que la soporten. La mejora de Xóchitl se vio empañada por su acusación infundada, señaló a Claudia como “narcocandidata”, reproduciendo un discurso basado en una mala lectura de un artículo de The New York Times. Por su parte Claudia acusó a Xóchitl de corrupta, como un discurso genérico de descalificación al competidor contrario, aunque no exista mayor registro sobre ello, más que unos contratos cuestionables. ¿El debate es para dar información poco comprobable? ¿El voto se basará en descalificaciones?

Sin pintar mucho, sin esperar mucho, sin hacer mucho, Máynez fue quien actuó de manera más responsable en sus intervenciones. Pero más no podemos decir de una propuesta que no tiene eco en la mayoría de los votantes.

Es legítimo alegrarse y celebrar la actuación del candidato o candidata de nuestra preferencia, incluso creer que ganaron el debate; pero, creer que estos son los debates que necesitamos es ya un sinsentido. El primer debate fue mucho polvo, éste trajo mucho lodo.

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