Los debates que quisieron darnos
Joed Amílcar Peña Alcocer: Los debates que quisieron darnos.
Los debates políticos en México se han transformado en lugares de escenificación y oportunidades para la teatralidad, son un espectáculo para el espectador, materia prima para los obreros del meme y una pena para nuestro sistema electoral. Este año los debates no han cumplido su función principal: ayudar a consolidar nuestra democracia.
La pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué no funcionan nuestros debates?, ¿por qué son una caricatura del ejercicio de contraste y argumentación que deberían ser? Un primer elemento que ha empantanado a los debates es el pésimo formato que se elige y que, dejando de lado los aspectos técnicos (que importan bastante), favorece más las exigencias de partidos políticos y candidatos que las necesidades de información de la sociedad mexicana. Si los debates no son útiles para que los ciudadanos y las ciudadanas obtengamos información, la valoremos y reflexionando con ella decidamos la orientación de nuestro voto, de poco sirven. Ahora mismo son cámaras de eco, sin la intención de influir en la ciudadanía y, mucho menos, la capacidad de llevarnos a una real deliberación sobre las implicaciones del voto.
Otro elemento a considerar es el concepto de democracia que tienen las personas debatientes. Todas y todos se llamarán demócratas, pero, ¿lo han demostrado en el debate? No, para nada. Todo indica que los y las “demócratas” que asisten a los debates no tiene la más mínima intención de debatir desde una perspectiva crítica que permita perfilar un proyecto de Gobierno mínimamente honesto y sensato. La argumentación es dejada de lado por la calumnia, la intriga, la acusación fácil, la manipulación de información y las mentiras dichas con toda honestidad.
Cosas mínimas dirán unos, otros comentarán que los debates son para eso, para practicar la antipolítica. ¿De verdad eso es lo que esperamos como votantes? o ¿esa es la máxima aspiración que tenemos sobre el desempeño del candidato o candidata con la que simpatizamos? Pasamos por la felicidad permanente de Máynez, las acusaciones basadas en libros no leídos por Xóchitl y la negación de Claudia de verdades del tamaño del Sol.
Si tuviéramos más cuidado, exigencia y demandanos preocuparía que en el debate presidencial se usara como argumento de suficiencia política el “mal” uso de una falda con la imagen de la Virgen, la falta de cristiandad o el temor al pecado. Si tuviéramos más precaución en la planificación del futuro colectivo nos inquietaría la perspectiva que algunas candidaturas tienen sobre la prisión preventiva oficiosa. Si tuviéramos más perspectiva crítica veríamos que de uno y otro lado hay tolerancia a la mala práctica en el servicio y gestión de los bienes públicos.
Bajo estas condiciones, es absurdo que busquemos quién ganó el debate, porque en primer lugar nadie ha estado en disposición de debatir desde la seriedad. Algunas de las personas que están en la candidatura se prepararon para afrontar los tres debates, saliendo bien libradas, otras quedaron en la medianía; pero, sin excepción alguna, sus preparaciones fueron en torno a los debates que quisieron y no sobre los que necesitábamos.