Fantomas y las bibliotecas perdidas, saqueadas o quemadas (y IV)
Joed Amílcar Peña Alcocer: Fantomas y las bibliotecas perdidas, saqueadas o quemadas (y IV).
La desaparición de bibliotecas contemporáneas es un asunto que no causa la preocupación que debería, mucho menos será motivo de intranquilidad lo que hemos perdido en los siglos pasados. En la historieta Fantomas contra los vampiros multinacionales varios escritores se escandalizan por el robo de obras cumbre de la literatura y piden a su héroe poner un alto a estos crímenes. Lamentablemente no todos tenemos cerca a un Fantomas que nos ayude.
Debemos preocuparnos no sólo del robo de obras muy puntuales, nuestra atención debe contemplar las bibliotecas de personas notables de la cultura e historia regional. Pensemos en algunas de las bibliotecas que ya no existen o no sabemos dónde quedaron.
La biblioteca de Dolores Bolio. Una figura intelectual que optó por la discreción, pero que al día de hoy se revela como una de las más dinámicas e interesantes escritoras del siglo XX mexicano. Con ahínco reunió una colección de libros de diversas geografías y géneros literarios. Al momento de su muerte sus pertenencias se dispersaron, sus libros fueron a dar a librerías de viejo, otros quedaron en manos de familiares y la mayoría se perdió. Sólo queda imaginar la riqueza que pudo tener la colección de una escritora que tejió relación con las figuras más prominentes del campo intelectual mexicano y caribeño.
La biblioteca de Antonio Mediz Bolio. Una parte de ella forma parte de la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona, reconocible por una marca manuscrita que indica su procedencia. Naturalmente no se trata de toda la colección, la mayoría pudo haberla conservado la familia, aunque no se sabe con certeza su destino.
Los libros de Clemente López Trujillo. La Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona tiene una parte de la que fue su colección bibliográfica, identificable por una serie de marcas manuscritas. Hace varios años pude constatar que un número considerable de libros de su colección (raros y autografiados por sus autores) estaban embodegados en la Biblioteca Cepeda Peraza. Desconozco la suerte que corrieron después de las dos revisiones que pude realizar por encargo de la Biblioteca Yucatanense, institución que acogió los ejemplares más interesantes que se localizaron.
La colección de Santiago Burgos Brito. Hace unos años pude consultar el catálogo de su biblioteca personal, el documento mecanográfico consistía en las fichas bibliográficas de cada uno de sus libros. Era un fajo voluminoso de hojas, reunidas en una carpeta de argollas, que sirve como evidencia de una biblioteca amplia, orientada a literatura y ciencias sociales. Burgos Brito fue un cercano colaborador de Salvador Alvarado, un político hábil y el gran artífice del proyecto de Bibliotecas Populares que tanto presumió el primer gobernador revolucionario de Yucatán.
Cada una de estas colecciones que han pasado por la termita, el olvido o la caja registradora, pudieron ser una ventana para conocer con mayor detalle la formación de ideas y proyectos que emprendieron las personas que las formaron. Esperemos que con este breve recuento de pérdidas y desapariciones reflexionemos un poco más sobre la importancia de cuidar nuestros libros y bibliotecas.