Dedicarse a la historia

Joed Amílcar Peña Alcocer: Dedicarse a la historia.

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La labor que desarrollan historiadoras e historiadores es compleja, va más allá de la simpleza de recolectar documentos o hacer una reseña más o menos extensa de un conjunto de manuscritos, impresos y testimonios orales. Una constante de los últimos años es la negación de la historia o, en el mejor de los casos un “revisionismo” y “desmitificación” poco crítica. Un numeroso contingente de personas ha salido al campo del comentario histórico para dar fin a los héroes, renunciando en el camino al análisis, la crítica, la reflexión y, sobre todo, al compromiso con la certeza.

La historia como disciplina es compleja, la historia como un saber social también lo es. Rodolfo Cortés del Moral hace unos años señaló, en su prólogo a Reflexiones en torno a la historia de Luis Rionda Arreguín, que: “pensar la historia significa transitar de la simple descripción de los hechos a la comprensión de sus sentidos y crisis”. En ese mismo prólogo rescata tres tesis: la historia es irreductible a determinaciones o causalidades simples, la objetividad del conocimiento histórico es el resultado de una dilatada historia en la que han participado diversos tipos de experiencia y de elaboraciones teóricas, por último, la historia es el lugar natural de la condición humana porque en ella coinciden todas sus experiencias.

Los tres puntos anteriores son una vía, no la única, para hacernos una idea de la labor del historiador. Queda claro entonces que el desmitificar o revisar no se trata del simple hecho de desmontar, es una compleja labor intelectual, filosófica y social que al día de hoy es abordada por muy pocos con el profesionalismo debido. Armando Fuentes Aguirre, Francisco Martín Moreno o Macario Schettino son algunos ejemplos de una labor desmitificadora y revisionista que no hace caso de las tres premisas mencionadas anteriormente. Más recientemente creadores de contenido en redes sociales han conseguido posicionarse como “historiadores” al compartir fotografías antiguas, resumir textos y perpetuar mitos.

Es importante que no desviemos la mirada y neguemos que la lectura de la historia aumentó gracias a autores como los anteriores, aunque ello no represente la formación de una conciencia crítica sobre nuestro pasado. Los historiadores debemos reflexionar sobre la idea que dejó Luis González y González en su texto “La dosificación del saber histórico”, escribiendo que la historia tiene poca utilidad “para resolver los problemas de la niñez y la adolescencia, pero quizá mucha para desenredar los líos en que se meten los adultos”.

Buscar en nuestro pasado es encontrarnos con las causas del presente, buscar las piezas que nos indican un futuro posible. La historia se encuentra en el centro de las sociedades que esperan del y al futuro, es una muestra de la confianza en el porvenir. Por ello, resultan absurdas las propuestas de “el fin de la historia”, afirmarlo es reducir a la humanidad a un ser incapaz de ver más lejos del hoy. No gustará a muchos pero, una sociedad sin historia es síntoma de la desesperanza humana.

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