Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (II)

Joed Amílcar Peña Alcocer: Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (II).

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Durante varios siglos se ha acumulado una ingente cantidad de estudios históricos, arqueológicos y literarios sobre los textos bíblicos. El Nuevo Testamento tiene un interés especial, tanto para los expertos como para los aficionados en las llamadas ciencias bíblicas, por la presencia de la figura de Jesús de Nazaret. En nuestra colaboración anterior se mencionaron las tres corrientes historiográficas más importantes sobre el Jesús histórico, cuyas diferencias metodológicas no han evitado la existencia de una serie de acuerdos.

De acuerdo a Fernando Bermejo-Rubio los principales consensos sobre el Jesús histórico son los siguientes: nació durante el reinado del emperador Augusto, creció en Nazaret de Galilea, perteneció a una familia numerosa, fue un sujeto profundamente religioso, su religiosidad fue plenamente judía, fue bautizado por Juan el Bautista. Tomó de Juan Bautista los motivos principales de su predicación, reunió un grupo de discípulos cuyo núcleo estuvo compuesto de doce personas, habló y actuó como si fuera portador escatológico de Dios, utilizó en su predicación un lenguaje enfático, el centro y la razón de su predicación fue el anunció de la venida del Reino de Dios, ciñó su predicación a Israel, se dirigió de forma especial a los pecadores, creyó que la instauración del Reino no dependería en última instancia de los hombres, comprendió el Reino de Dios que anunció como una realidad política y religiosa de carácter integral indisociable, anunció el Reino de Dios en un futuro próximo, se expresó como si en su acción hubiera signos de ese Reino, el Reino de Dios que predicó incluía un juicio, realizó acciones que tanto él como sus contemporáneos consideraron extraordinarias, antepuso los aspectos morales a los rituales, radicalizó la Torá permaneciendo en su marco esencial, mantuvo polémicas con otros grupos religiosos, estuvo en Jerusalén el último año de su vida, protagonizó un incidente en el Templo, fue arrestado y ejecutado por motivos políticos, murió en tiempos de Tiberio y fue crucificado.

Existen muchos más acuerdos que puedo mencionar, pero estos pueden servir para tener una idea de la dimensión histórica de Jesús sobre la que existe certeza. Aunque también se puede hablar posibilidades que dan mayor contexto a su historicidad. Guillermo Altares, en un artículo para El País, retomaba esta declaración de Carl Savage: “sabemos algunas cosas que hacen plausibles por lo menos algunas partes del relato bíblico. Por ejemplo, fue encontrado un hueso de talón con un clavo en una tumba del área de Jerusalén. Eso nos permite confirmar que la crucifixión era practicada como forma de ejecución en Judea en la época de Jesús. También que la forma de enterramiento descrita en los Evangelios coincide con evidencias históricas. Por lo tanto, estas evidencias nos permiten pensar en la muerte de Jesús como un evento real y no como una construcción teológica”.

A esto podemos sumar otro conjunto de fuentes documentales y arqueológicas que dan más pistas sobre este asunto, escribiremos sobre ellas en la siguiente colaboración. (Continuará). 

Lo más leído

skeleton





skeleton