Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (y V)

Joed Amílcar Peña Alcocer: Fe, historia y Jesús el Cristo: su historicidad (y V).

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Las evidencias de la historicidad de Jesús de Nazaret son concluyentes: existió. Esta afirmación es suficiente para los no creyentes, en tanto pueden aceptar su condición de personaje histórico, pero no de ser divino. Por otra parte, es incompleta para los creyentes que aceptan su condición humana y, además, lo reconocen como un ser inmanente y trascendente. ¿Qué podemos decir de esto?

Timothy Keller apunta lo siguiente: “El creyente cristiano hace uso de la razón y la fe para llegar a sus convicciones, así como su vecino secular hace uso de la razón y la fe para llegar a las suyas. Ambos están mirando las mismas realidades en la naturaleza y la vida humana, y ambos están buscando una manera de darles el mejor sentido a ellas a través de un proceso que es racional, personal, intuitivo y social”. Esta declaración abona al tema que he planteado en las últimas entregas de esta columna, al mismo tiempo que amplía la perspectiva que se ha presentado.

Desde el punto de vista de las iglesias evangélicas el conocimiento sobre Jesús se sitúa en dos posibilidades de comprensión, una proveniente de la academia, que por su naturaleza es accesible a todos; otra que proviene de la experiencia de fe que revela la naturaleza trascedente de Jesús el Cristo. En términos de su teología las han denominado, respectivamente, gracia común y gracia especial.

Para las iglesias evangélicas más conservadoras ha sido sumamente complicado incorporar esta “gracias común” (la ciencia y la académica) a su entendimiento de la figura de Jesús, ya que la consideran poco compatible con la fe. Por su parte, los grupos no creyentes descartan toda posibilidad de experiencias espirituales (sean cognitivas o sensoriales) por no ajustarse a sus métodos de comprobación. En cualquier caso, resulta claro que las iglesias con perspectivas teológicas más contextualizadas (sin abandonar su apego a las escrituras bíblicas) han podido comprender lo que Keller explica: su búsqueda de Jesús debe ser personal, intuitiva, social y razonable. Del otro lado no se ha visto una perspectiva no creyente que intente dialogar con la posibilidad espiritual del Jesús que plantean las iglesias. Desde las perspectivas no creyentes más moderadas es frecuente escuchar que los hechos espirituales no son objeto del estudio de la ciencia, no consideran plausible la divinidad de Jesús, tampoco la niegan enfáticamente. Esto, evidentemente, no es una opinión generalizada, por lo que la negación de esa divinidad será la norma.

Académicos como N. T. Wright, de la Universidad de Saint Andrews, han buscado explicar hechos como la resurrección, afirmando que el principal muro para su aceptación como un hecho real es el prejuicio generalizado sobre la inexistencia de los milagros, a pesar que de ellos haya múltiples testimonios y evidencias a lo largo de la historia, en algunos casos mucho más abrumadores que los de hechos aceptados por la ciencia. Aquí hay un hecho por lo menos singular, algunas iglesias cristianas han podido integrar parte del discurso científico a sus experiencias, desde esas iglesias se preguntan ¿la ciencia tiene una apertura similar?, ¿la tendrá?

Las iglesias evangélicas reformadas han buscado redimensionar su acción intelectual, no sin resistencias y oposición dentro de ella. Como dijeran algunos de sus ministros: no todos están dispuestos a tener una fe razonable.

Lo más leído

skeleton





skeleton