La fiesta tradicional de Yaxcabá en el siglo XIX (I)

Joed Amílcar Peña Alcocer: La fiesta tradicional de Yaxcabá en el siglo XIX (I).

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Las festividades que el catolicismo colonial dedicó a vírgenes y santos son el punto de partida de las fiestas tradicionales de los pueblos de Yucatán. La devoción religiosa tardó muy poco en tomarse de la mano con el jolgorio y la diversión, los solemnes cantos eran el preludio del ¡olé! que resonaba con fuerza en la plaza como signo inconfudible de que la fiesta ya comenzó.

El celoso cura de Yaxcabá, Bartolomé del Granado Baeza, aseguraba en 1813 que la fidelidad de los indígenas de su parroquia quedaba confirmada en la diligencia con la que trataban de cumplir las promesas que día a día relizaban a las imágenes de la iglesia. El sacerdote creía con toda seguridad quela idolatría era cosa del pasado, de tal forma que San Pedro, la Santísima Cruz y la Virgen se disputaban la preferencia en las rogativas.

Fieles como ellos solos, los yaxcabences sabían que devoción sin celebración estaba incompleta. La comunidad de creyentes católicos, así como los acolitos de Baco, creyeron prudente dedicar unos días al año a festejar a sus santos, cruces y vírgenes. La fiesta del pueblo nació, tradición más que centenaria, momento de reunión familiar, temporada de crítica y chisme popular, oportunidad de hacer dinero, instante de tirar la casa por la ventana, días de bota y sombrero.

No tenemos mucha información sobre la historia de la tradicional fiesta de Yaxcabá, pero con seguridad podemos afirmar que se trata de una celebración con no menos de 150 años de realizarse con el mismo espíritu que la mueve ahora: el culto a la algarabía. Los motivos religiosos de la fiesta se desdibujaron desde el siglo XIX con el avance de la secularización. Ya venían en combo las misas, procesiones, corridas de toros, bailes elegantes, grupos musicales y uno que otro comerciante deseoso de aprovechar el despilfarro de dinero.

Durante algunos años, los de la Guerra Social Maya, las celebraciones religiosas y profanas fueron puestas en pausa. Las calles se cubrieron de polvo, la plaza lucía abandonada, la carestía aumentó y el temor estaba a la vuelta de cada esquina. Pasaron varios años para que el polvo de la plaza del pueblo fuera removido por los cascos de caballos, toros y transeuntes al son de la charanga fiestera. ¿Desde cuando tenemos noticias de la renovada fiesta del pueblo? En la década de 1890 la comunidad había superado una parte de los problemas económicos, sociales y políticos que marcaron su convulso siglo XIX. Nuevamente la fiesta estaba a punto de iniciar. (Continuará).

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