Una despedida para don Chucho

Joed Amílcar Peña Alcocer: Una despedida para don Chucho.

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La historia de las instituciones educativas siempre contará con un coro de voces que cuenten sus venturas y desventuras, esa narrativa oficial deja de lado muchas veces las historias de las personas que construyen las vivencias de las personas que habitan tras esas narrativas. La historia de la Facultad de Antropología de la Uady posee unas buenas tesis sobre la profesionalización de la antropología y la historia, pero, hasta donde recuerdo, no hay trabajo que documente medianamente las experiencias de los estudiantes y la trayectoria de las personas que los acompañaron en ellas. Tal es la historia de José Manuel de Atocha Estrella Martínez, a quien conocimos con cariño como don Chucho.

Cuando llegamos a la Facultad de Antropología, en el ya lejano 2006, nos encontramos con un plantel universitario en los márgenes de Mérida. Teníamos tres grandes preocupaciones: adaptarnos a un modelo de aprendizaje diferente y demandante; encontrar trasporte para llegar y partir de la Facultad; y, por último, comer algo que ayudara a resistir la jornada. Intentando solucionar esto último fue cuando conocimos a don Chucho.

Moreno bonachón, de plática ocurrente, consejero de sabiduría popular y compañero de quien quisiera. Así era don Chucho. Llegaba todos los días en su Datsun, en el asiento trasero llevaba jugos naturales con y sin azúcar, la cajuela tenía una caja con las mejores tortas de pierna, milanesa, huevo con chorizo y huevo con chaya. Junto a las tortas, una botella de plástico con una salsa de chile realmente picante.

Don Chucho nos daba santo y seña de estudiantes, nos alertaba de las metodologías de enseñanza de los profesores, prestaba atención cuando platicábamos con él y siempre estaba dispuesto a dar una mano a quien necesitara un par de tortas, aunque tuviera el bolsillo vacío. En algún punto, entre el año 2009 y 2011, las autoridades de la Facultad hicieron todo para desalojarlo del estacionamiento del edificio universitario; lo lograron y se trasladó al estacionamiento de la biblioteca. Pero ahí le seguimos. A los siguientes intentos de desalojo total varios estudiantes levantaron la voz. Hasta que se retiró voluntariamente.

El pasado martes, 16 de abril, nos comunicaron su muerte. Varios que le conocimos, que comimos con él, que bromeamos con él, agradecemos que siempre estuvo ahí para darnos ánimos y aconsejarnos. Para muchos estudiantes don Chucho fue una pieza importante en su proceso de formación universitaria, permitiendo alimentarse sin gastos excesivos y en un ambiente relajado que generó camaraderías intergeneracionales por mediación suya.

La historia oficial de la Facultad posiblemente nunca lo mencione, y si lo menciona será por iniciativa de la comunidad que conforma esta institución. Él está en la historia de la vida estudiantil de cientos de personas. La memoria de las universidades no sólo tiene que ver con la conmemoración de la oficialidad, tiene que ver, sobre todo, con las personas de a pie que construyen las vivencias universitarias.

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