Entender al futbol y otros demonios
José Luis Ripoll Gómez: Entender al futbol y otros demonios.
Samuel Ramos fue un filósofo michoacano que vivió a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Fue director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Escribió entre otras obras El perfil del hombre y la cultura en México. En ella sostiene aspectos polémicos en torno a nuestra forma de comportamiento social e individual del mexicano.
La parte central de su análisis versa sobre la historia y el comportamiento del mexicano de su época, que todavía sigue siendo una constante en el mexicano de hoy. Una primera tesis central de Ramos es que la solución a los problemas nacionales, no vendrán de fórmulas extranjeras, de sistemas ajenos al nuestro, sino del mexicano real. Tratando de ser prácticos, es una propuesta de que “El Tata” Martino, director técnico de la selección nacional de futbol, debe dejar el cargo por no ser conocedor de nuestra cultura e idiosincrasia, más allá que sea buen táctico de futbol. Empero no se trata de un nacionalismo tradicional trasnochado, sino de un auténtico conocedor del alma popular del mexicano. Hemos anhelado el europeismo, incluso lo hemos copiado bajo premisas de superioridad genética y cultural, con un lema falaz y totalitario: “Todo lo que viene de Europa es superior a lo nuestro”. Paseo de Montejo y la Avenida Reforma en Ciudad de México son muestra.
Contra la europeización está el otro extremo del nacionalismo a ultranza. Según Samuel debemos abrir los ojos a la verdad y al conocimiento al eros platónico, que es el amor a la sabiduría y no como muchos piensan el amor ideal de pareja. “No queremos una vida sin cultura, ni una cultura sin vida sino un cultura viviente”, dice Ramos.
Todo pensamiento debe partir de que somos mexicanos y no extranjeros propone Samuel. Muchos compatriotas se sienten extranjeros y esgrimen sus apellidos como muestra de ello. Pero son tan mexicanos como los que tuvieron pasado indígena. En palabras de Octavio Paz somos “ruptura y negación”.
Los mexicanos nos autodenigramos. “En donde hay sentimiento de inferioridad surge la ambición desmedida de poder, que quiere decir la primacía en un mundo donde todas las cosas son vistas bajo la óptica de lo superior y lo inferior. La discordia aparece con su corolario de actividades negativas: el rencor, el odio, el resentimiento y la venganza, etc”.
El mexicano también se mimetiza. Se camuflajea, pasa desapercibido. Siguiendo a Paz, nos ninguneamos. Estamos, pero queremos pasar bajo la sombra.
El pelado es personaje sociológico según Ramos. Dan razón de esto frases retadoras como “me corto el pescuezo” o como el propio “pelado” que presume que “tiene muchos huevos”. Estos son símbolo de poder, de dominio. Tenerlos es de hombres valientes, arrogados, da la sensación que todo lo pueden, es como morir por la patria con “huevos”.
El grito mexicano en los estadios de: “heee puuto” no es homofóbico, sino un reto al rival, un desaire para minimizarlo. Estrategia y desahogo para herir su espíritu competitivo que abone a la causa final. Esto aunque la FIFA lo interprete de otra forma. No olvidemos nuestra ambivalencia social de ser un país de machos, que tiene ídolos abiertamente homosexuales, como el finado Juan Gabriel.
Quizá una muestra burda de superación sea dejar de anhelar el quinto partido del Mundial y aspirar al campeonato. ¿Será acaso posible?