Juventud y madurez, divinos tesoros

José Luis Ripoll Gómez: Juventud y madurez, divinos tesoros.

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Juventud divino tesoro, ya te vas para no
volver, cuando quiero llorar no lloro, y a veces
lloro sin querer
Rubén Darío

La sociedad líquida en la que vivimos le da una importancia sin igual a las personas jóvenes. La juventud y la edad madura suelen medirse a partir de los años a cuesta. Sin embargo, esto tiene sus variantes.

Es verdad que las facultades físicas menguan y aparecen debilidades propias de los años acumulados. Quizá hablar del tema de la edad se vincule directa e inconscientemente con el tema de la muerte. Hay gente que no le gusta abordar este tópico, rehúyen a hacerlo.

A la juventud de todas las generaciones se les suele criticar. Decir “los jóvenes de ahora”, es una frase que se utiliza de generación en generación. Todos alguna vez lo fuimos y cometimos aciertos y errores propios de nuestra inexperiencia.

Todas las etapas de la vida tienen sus virtudes y sus vicisitudes. La juventud no es la excepción. Se experimentan sensaciones terrenales propias de esa etapa. Biológicamente se dice que es la parte de la existencia humana donde la sensibilidad está a “flor de piel”. Por eso, durante esta etapa, se tiende a considerar los placeres mundanos como el fin de la propia existencia humana. Se dice también que en los primeros años se forma el carácter y la personalidad del individuo.

Coincidimos con el escritor Francisco Martín Moreno: “Pobre de aquel que nunca en su vida haya tenido un arrebato carnal”. El hombre es un ser sensible, biológico, de hormonas, neuronas y neurotransmisores.

El filósofo Zenón de Elea sentenció que la pasión era una emoción del alma. Es juventud, independientemente de la edad.

Desde luego, discrepamos de que la juventud sea “una enfermedad” que se cura con los años. No todos los juveniles tienden al hedonismo desmesurado, ni todo lo sensible es algo que se asocie a lo negativo. Las pasiones son propias del ser humano. El tema es no caer en los excesos, que la pasión no domine al hombre, sino que este termine dominando la pasión, es en el fondo, una idea epicúrea.

El poeta indio Rabindranath Tagore sostuvo: “Al mirar a un joven no me admira la imperfección de su vida, sino la perfección de su juventud”. A los jóvenes lo único que les hace falta es la experiencia que se adquiere con los años. Necesitan valorar lo que nunca han carecido. En palabras de Aristóteles: “la juventud ama el honor y la victoria más que el dinero. En realidad, apenas se preocupa de este, porque todavía no ha aprendido lo que significa carecer de él”.

Con los años aparecen otras necesidades, tanto pasionales como espirituales. Ya no es la pasión desbordada la que nos impulsa, sino una más mesurada y racional. El humano sufre un proceso biológico diferente que lo influencia para actuar de una manera diferente. Los placeres son otros, más espirituales, nos posibilita disfrutar la vida de otra manera.

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