¡A la fuerza ni los zapatos entran
José Luis Ripoll: ¡A la fuerza ni los zapatos entran.
Todo acto forzoso se vuelve desagradable. Hobbes
En el mundo actual, el fenómeno de la fuerza parece permear a toda sociedad humana. La amenaza y el uso de la fuerza es una constante en la realidad mexicana. La utilización de la fuerza no es lo ideal para solucionar los problemas de diversa índole, salvo la fuerza física para hacer aquellos actos mecánicos cuyo éxito depende exactamente de aplicarla. La fuerza no es lo ideal para descubrir verdades y la razón es el instrumento humano para derrotar a la fuerza.
El excelso filósofo español Miguel de Unamuno y Jugo, utilizó una enigmática frase en su defensa al ser expulsado de la universidad: “[…] venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha [...]”. Cuántas veces nos pueden vencer por fuerza, pero no derrotarnos por la razón.
El monopolio de la fuerza lo detenta el Estado. Fuerza para hacer cumplir la ley, para hacer el cobro coactivo de tributos, una orden de aprehensión, un cateo o incluso el arresto de cualquier ciudadano que viola reglamentos urbanos en cualquier ciudad.
“La fuerza es el derecho de las bestias”, sostuvo el político romano Marco Tulio Cicerón. Las sociedades occidentales suelen utilizar comúnmente la fuerza. Ésta juega un papel protagónico; todo lo que la fuerza consigue no siempre es lo ideal. En cambio, lo que la razón logra, casi siempre se perpetúa en el tiempo. En política, la fuerza de las armas regula “la amistad”. Muchos han sido los ejemplos de conflictos políticos, territoriales o económicos que terminan con la lógica de las armas. Eso no los excluye de ser vergonzosos. “Temible es siempre el temor a la fuerza, aun fundada en derecho”, refiere el poeta alemán Friedrich von Schiller.
Las únicas fuerzas que se deberían de justificar son las de la razón y las del corazón. El principal fundamento tendría que ser la estructura lógica del pensamiento con la realidad y la fuerza de los sentimientos que todos los humanos poseemos. Cuando alguien nos obliga hacer algo a la fuerza, en general, lo hacemos de mal humor. Ir contra la voluntad de los individuos resulta molesto. Tampoco se llevan la fuerza y el derecho, sino sólo para hacer cumplir la propia ley. Dice Miguel de Cervantes Saavedra: “Donde hay fuerza de hecho, se pierde cualquier derecho”.
La fuerza se aleja del elemento volitivo. “A la fuerza ni los zapatos entran” refiere el argot popular. El Diccionario de la Lengua Española define la voluntad como: “la facultad de decidir y ordenar la propia conducta o el acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola o aborreciéndola y repugnándola”. Hacer nuestra voluntad, es hacer lo que nuestra conciencia nos determina. Parafraseando a Octavio Paz: “Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad”.