Huracán “Gilberto”, parteaguas de Yucatán

Juan Vázquez Montalvo: Huracán “Gilberto”, parteaguas de Yucatán.

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La historia de los ciclones tropicales es una vieja conocida para la Península de Yucatán, desde la época de nuestros antepasados, los mayas. Ellos le tenían gran respeto a estos fenómenos meteorológicos que les provocaban hambruna, muerte y destrucción cuando eran afectados, de hecho, la palabra huracán tiene su origen en la lengua maya y fueron usadas no sólo por los mayas, sino por todas culturas precolombinas.

Antes de la llegada de “Gilberto” a Yucatán, en septiembre de 1988, la cultura de prevención contra los ciclones era incipiente. Los preparativos de la población yucateca se hacían con base en experiencias personales que se transmitían de generación en generación, y el Gobierno en turno hacia lo mejor que podía, con base en manuales que se aplicaban en otras partes del mundo.

Hay que recordar que en 1988 no había internet ni celulares, así que toda la información sobre estos fenómenos era manejada por la radio, televisión y medios impresos, y muy pocas personas tenían antena satelital para ver el canal del tiempo de los E.U., así que la formación de un poderoso huracán en el Mar Caribe al principio no asusto a nadie en la Península, y en particular, en Yucatán. Había la confianza con base en el tiempo transcurrido desde la última afectación en 1967, con el huracán “Beulah” y el desvío en 1980 del peligroso “Allen”, no había nada que pudiera preocupar a la Península, y menos a nuestra Estado.

“Gilberto” día a día se movía rumbo a la Península de Yucatán, ganaba poder hasta convertirse, el día martes 13 de septiembre, en el peor huracán que se hubiera formado en aquel entonces en el Océano Atlántico, y los tibios preparativos que se estaban haciendo, tanto en Quintana Roo como en Yucatán, pasaron de la calma a una alarma y temor inaudito cuando esa noche se perfiló para atacar de frente a las grandes y modernas instalaciones turísticas del Caribe mexicano, para luego ir de lleno hacia Yucatán.

La mañana del miércoles 14 de septiembre, a menos de 12 horas de la llegada de “Gilberto”, se empezó con los preparativos y evacuaciones a la carrera, todo por el exceso de confianza y el pensar que no pasaría nada con base en lo acontecido años atrás con otros huracanes, pero “Gilberto” fue tan catastrófico en su paso por Yucatán, que fue un verdadero parteaguas en la historia del Estado, ya que acabó con las casas de veraneo y cambió la configuración de toda la zona costera, una marejada que inundó toda la costa como nunca. Las aguas del mar se unieron a las de la ciénaga, nos dejó sin luz eléctrica y agua potable por muchos días. El ojo del huracán pasó por la ciudad de Mérida, dejando una calma impresionante y para los que lo vivieron fue un rugir del aire que dejó ver la verdadera fuerza de la naturaleza.

Ante la duda sobre si volverá a ocurrir el paso de un meteoro de tal magnitud algún día, eso ni lo duden, pero desgraciadamente no sabemos cuándo sucederá. Por eso, como indica el dicho: “prepararse para lo peor esperando lo mejor”, deberá ser una tarea de todos los años, para que no nos agarre con la guardia descuidada otro “Gilberto”, que, por cierto, mañana se cumplen 36 años de su llegada a Yucatán.

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