El cuerpo sin alma
Julia Yerves Díaz: El cuerpo sin alma.
Las bibliotecas ajenas, las que visten los muebles de los hogares que no reconocemos como nuestros, y que, aparte, viven entre libros que respiran otros idiomas, se sienten como una sonrisa permanentemente dispuesta. Como una invitación que no caduca y que más bien aguarda el instante que pasa la mirada para solicitar tus ojos, tus manos, tus pasos; esperando la suerte de tu cercanía, del acto de tomar un libro y hacerlo tuyo por un instante, recorrerlo; dejar que la magia ocurra.
Hace una semana escribía palabras entre las nubes mientras cruzaba de un continente a otro. Al llegar a mi destino, un frío nuevo me abrazó con el calor humano de quien te espera. La bienvenida, la ruta, el primer guiño de un país que me recibe como si fuera la primera vez. La bienvenida no planeada: un castillo.
El cuento que hoy nos ocupa, “El cuerpo sin alma”, forma parte de la gran colección de Cuentos de Borgoña, de Achille Millien, en la sección “cuentos maravillosos”. Dentro de la historia, un león, un águila, y una hormiga, están alrededor del cuerpo muerto de un caballo y debaten la repartición del cadáver para su aprovechamiento culinario.
Delante de ellos pasa un soldado con un semblante anímicamente abatido. El león lo llama y le pide que reparta el caballo como le parezca. Así, al león le toca la pierna, por su carne, al águila, en consideración a su pico y fuerza en él, le otorgan los intestinos e interiores, y a la hormiga, el cráneo que le servirá en el futuro como resguardo para la lluvia. En agradecimiento le regalan dones; podrá convertirse en león, en águila y en hormiga con tan solo desearlo o necesitarlo.
En su futuro, y con el deseo de casarse con la princesa que vive en un castillo próximo, se enlista en el ejército del padre de ella para impresionarlo. Era fuerte, decidido y su gentileza y humildad eran tales que no habría necesitado de mucho para obtener la mano de la joven damisela en matrimonio, de no haber sido por una guerra y consecuente rapto que se interpusieron entre sus planes inocentes.
La mano de la princesa, ahora, era una empresa de rescate. Sus dones nunca antes utilizados, vendrían a ser más necesarios que útiles. Fue león y atacó como tal, voló como el águila mirando con agudeza a sus enemigos y usó su aparente pequeñez de hormiga a su favor. Gigantes, transformaciones, matrimonios, castillos y ríos que se extienden entre palabras y párrafos, lo hacen también ante mis ojos que miran una Borgoña real.