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En ocasiones, entre tantas opciones, mundos escritos, y el abrumador universo de todo lo que no podremos leer por falta de tiempo, nos encontramos en un punto ciego donde simplemente no sabemos qué tomar como lectura próxima. Es una pausa amable y ansiosamente feliz porque sabemos que las opciones son inagotables y los libros ahí están esperando por nuestros ojos. Sólo tenemos que decidirnos, organizarnos; atrevernos.

Me encontraba en ese punto esta semana, entonces pedí ayuda. Y es que a veces, como en todo en la vida, más vale extender las palabras y esperar respuestas de amor que diligentes se dirijan hacia nosotros para sacarnos de ese pequeño instante de indecisión. Mi esposo, amado devorador de libros, respondió a mi pregunta “¿qué leemos esta semana?” con un texto corto en palabras y profundo en análisis. De esos que llevan a investigar dentro de ti, a escribir ensayos al respecto, a profundizar entre sonrisas lo imposible de una historia breve.

Así, “Cubo y pala”, de la autora Carmela Greciet, se coloca en este día como la lectura a pensar y sentir. El fondo, como he dibujado levemente en líneas anteriores, es de apenas cinco líneas que dan pauta a una serie de recuerdos que no son nuestros, pero que podemos reconocer como propios en la acción de una madre que no es la nuestra, pero bien podría serlo.

Para el compartimiento la totalidad se encuentra en: “Con los soles de finales de marzo mamá se animó a bajar de los altillos las maletas con ropa de verano. Sacó camisetas, gorras, shorts, sandalias…, y aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi hermano pequeño, Jaime, que se nos había olvidado. Llovió todo abril y todo mayo”. ¿No es increíble?

Pensé en mi madre, y en esa canasta verde que parecía infinita en su capacidad para llevar comida y que sólo podía mirar en verano, cuando nos acompañaba en recorrido hacia la playa. Como la madre del cuento, ella también sacó los trajes de baño, las chancletas y el bloqueador. La diferencia, es que a mi hermana menor la tuvimos cerca todo el año.

¿Qué es este olvido infantil? Adrede no fue, quiero pensar. Quizá fue un caso de aquellos donde las listas de cosas por desempacar se mezclaron con la ropa sucia, con la tristeza de regresar a la casa, con una fatiga crónica o con los pendientes infinitos que una cabeza materna lleva. El cubo, la pala, y Jaime, no fueron marcados como tareas hechas. La suerte por supuesto, es que todo estaba intacto, esperando por un nuevo verano.

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