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No siempre sabemos presentir o percibir los cambios que vienen en dirección a nosotros. Muchas veces se trata realmente de una sorpresa, a tiempos agradables y a otros tiempos totalmente incómoda. Y es que también, puede ser cualquier cosa. Una situación callejera incómoda, una enfermedad, una pérdida, un cambio de trabajo o una ausencia.

Por suerte, en mi historia de vida los cambios han sido amables. Eso no significa, como para muchos, que no hayan sido momentos de dolor intenso o desconcertaciones absolutas. Me refiero a esos segundos gloriosos cuando se puede mirar hacia dentro de uno mismo y poder tocarse las heridas vueltas ya cicatrices sanas y pasar los dedos sin sentir la más mínima sensación de dolor. Los cambios, creo con toda mi existencia, son buenos cuando cicatrizan. El proceso, en cambio y ocasionalmente, es una suerte de terror.

En “El huésped”, cuento de Amparo Dávila, estamos ante la llegada de un ser del cual no tenemos mayor descripción que todas las palabras que apelan al horror. El ser llega a una familia donde será la madre quien nos narre la historia y de quien conoceremos el desenlace. Advierto, que los aires de esta historia corren y juegan entre tonos de eventos fantásticos, y lo real de una vida de familia.

Así, un padre de familia llega a su hogar del que se encontraba mayormente ausente y toma por sorpresa a todos, incluida Guadalupe la sirvienta, por presentar ante ellos lo que pareciera entre mascota y monstruo con ojos amarillos, capacidad para el llanto, horarios para dormir inversos y exigencias a la hora de comer.

Era agresivo, aterrador, y solitario al mismo tiempo. Naturalmente, la madre temía por los niños, por su seguridad, y la de Guadalupe y su pequeño bebé. Ante las quejas constantes de la mujer, el esposo actuaba con natural indiferencia al tildarla de exagerada; dramática incluso. Pero no lo era.

Las agresiones llegaron a un punto de no retorno, durante una ausencia prolongada del esposo, el ser atacó al bebé de Guadalupe y con eso dio paso a las primeras planeaciones entre la sirvienta y la madre para acabar con él. Fue dura la batalla, por supuesto. Se necesitaron trancas, maderas y un escondite para matarlo de hambre. La resistencia fue fuerte pero al final vencieron. ¿Qué era el ser en realidad? No lo sabemos. Quizás sea mejor enterarnos así, ya en perspectiva, cuando la prueba ha pasado y descansamos bajo la seguridad de que para ellos, éste también ha sido un cambio amable.

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